Guerra a la paz - 8 de Mayo de 2014 - El Tiempo - Noticias - VLEX 509803894

Guerra a la paz

Quinta columna

Óscar Collazos

Se sabía, desde un principio, que el proceso de paz con las Farc iba a tener enemigos. Los tenía antes de empezar; antes, aun, de que se conocieran los antecedentes secretos que aclimataron las conversaciones. El inamovible no era uno de los temas de la agenda opositora, sino la agenda toda. Le faltaba un ingrediente: la disputa personal entre un expresidente y el presidente que lo sucedió. Se sabía que las conversaciones y el proceso estarían rodeados por el escepticismo de muchos colombianos; que nos íbamos a mover, en ciertos momentos, entre la decepción y la rabia: conversar y negociar en medio del conflicto, buscar la paz sin salirse de la guerra, serviría para sostener que no se puede ni debe negociar con quienes siguen matando soldados y ciudadanos inocentes. Es decir, haciendo terrorismo. Se sabía que, además del escepticismo comprensible de millones de colombianos, cultivado tras el fracaso del Caguán, existiría una poderosa corriente militante, un pie de fuerza ideológico que no desperdiciaría oportunidad para desprestigiar el proceso. ¿Quién no sabía que el líder de esta corriente sería el ex presidente Álvaro Uribe, un hombre indudablemente popular e influyente, obsesivo en sus odios, meticuloso en su belicosidad? En el gobierno Santos se sabía. Y puesto que se sabía, debió de haber sido más clara y constante la pedagogía masiva que explicara las dificultades de este modelo de negociación y previniera contra los factores a veces desestimulantes de dialogar en medio del conflicto. Se sabía que los enemigos del proceso de La Habana no se estarían quietos, que se moverían en todos los frentes de la propaganda. Y lo han hecho con despreciable falta de escrúpulos. El Gobierno debió prever que, a medida que avanzaran los acuerdos en las mesas, aumentaría la ferocidad de los opositores y se perfeccionaría guerra sucia: contra el proceso, contra el Presidente, contra los negociadores, contra los periodistas, contra los gobernantes extranjeros que lo apoyan, contra quienes lo vemos como la única salida a medio siglo de guerra...

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