¿Hacia una verdadera economía política de las instituciones? - Núm. 33, Julio 2015 - Revista de Economía Institucional - Libros y Revistas - VLEX 845672792

¿Hacia una verdadera economía política de las instituciones?

AutorEduardo Lindarte Middleton
CargoEconomista y doctor en Sociología
Páginas385-401
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Eduardo Lindarte Middleton
*
¿HACIA UNA VERDADERA
ECONOMÍA POLÍTICA DE LAS
INSTITUCIONES?
Tomemos un caso de la vida real para realizar un experimento.
Dividamos una ciudad en dos partes con distintos regímenes
económicos, políticos y de gobierno; luego observemos y comparemos
su crecimiento económico y la distribución de los beneficios. Esa
comparación controlaría otros factores que provocan las diferencias
en la tasa de crecimiento. En el mundo real es prácticamente impo-
sible hacer esos experimentos. Pero eso es lo que intentaron hacer
Acemoglu y Robinson al comienzo de ¿Por qué fracasan los países?,
donde comparan a Nogales, Sonora, y Nogales, Arizona, una ciudad
dividida con resultados muy diferentes. Quizás un experimento natural
que controlaría mejor esos otros factores sería el de las dos Coreas,
divididas por el paralelo 38, a las que también mencionan. Este escrito
valora sus logros y plantea algunos interrogantes sobre sus alcances y
limitaciones. Primero intenta aclarar el concepto de institución y luego
resume los planteamientos básicos de su último libro, ampliándolos
para incluir las ideas principales acerca de lo político que exponen
en la primera parte de su libro anterior (2006)1, las cuales ayudan a
entender mejor su argumentación.
* Economista y doctor en Sociología; coordinador del Departamento de
Ciencias Políticas y Jurídicas, Universidad Autónoma de Manizales, Colombia,
[elindarte@autonoma.edu.co]. Fecha de recepción: 2 de julio de 2013, fecha de
modificación: 12 de mayo de 2014, fecha de aceptación: 29 de octubre de 2015.
Sugerencia de citación: Lindarte M., E. “¿Hacia una verdadera economía política
de las instituciones?”, Revista de Economía Institucional 17, 33, 2015, pp. 385-401.
DOI: http://dx.doi.org/10.18601/01245996.v17n33.17
1 Las referencias a ambos libros corresponden a la versión en inglés.
EL CONCEPTO DE INSTITUCIÓN
Los institucionalistas son evasivos al definir este concepto y suelen
concebirlo como “reglas del juego” que rigen el comportamiento y
establecen incentivos para actuar (Acemoglu y Robinson no son una
excepción). Para North son las restricciones de origen humano que
moldean las interacciones y reducen la incertidumbre (1990, 3); una
definición válida pero insuficiente. Las dificultades se agravan porque
este es un concepto con distintas acepciones en ciencias sociales. Solo
en el campo político, Lowndes identifica nueve de ellas (2010, 65).
A esto se suma la imprecisión terminológica; como señalan March
y Olsen (1984, 17), no siempre se hace una distinción clara entre
instituciones y normas. Y si el término alude a todo, nada discrimina
(Rothstein, 1996, 145)2.
Un punto de partida es la distinción de Parsons entre cultura, so-
ciedad y personalidad como sistemas de acción “estructurados” (1951,
27), cuyo valor analítico ha sido reconocido aun por sus críticos. Las
instituciones son mecanismos sociales que triangulan armónicamente
la cultura, la sociedad y la personalidad. Por una parte, son prescrip-
ciones o normas que orientan el comportamiento en el plano social
y contienen un mensaje cultural que les da contexto y sentido; y solo
son efectivas cuando se internalizan en la personalidad y se convierten
en disposiciones y motivaciones concordantes. Por otra parte, esos
mensaje y esas prescripciones no flotan por fuera del tiempo y del
espacio sino que están incrustados en contextos específicos (Grano-
vetter, 1985; Lowndes, 2010, 70).
En las instituciones se pueden distinguir cuatro componentes
entrelazados en forma sinérgica. Primero, una norma que orienta la
acción o comportamiento social3, la cual se conecta con incentivos
y recompensas o castigos y sanciones que la refuerzan. La norma o
prescripción tiene un anclaje, el segundo componente. Jepperson
identifica tres tipos: culturas, regímenes y estructuras (1991, 195);
Scott usa otras categorías: culturas, estructuras y rutinas. Pero las
culturas, los regímenes y las rutinas son manifestaciones culturales
que –traducidas a normas sociales– requieren un anclaje y, por tanto,
2 Aquí se hace referencia especial al neo-institucionalismo. Como enfoque que
reconoce la especificidad histórica y social se remonta a Aristóteles, y lo emplearon
Weber y otros autores del siglo XIX, pero se suele atribuir a Veblen, Commons
y otros autores de la primera mitad del siglo XX, cuya contribución teórica fue
limitada y de tipo descriptivo (Bell, s. f., 4; Scott, 1995, 5). Esto no significa
condenarlos como hizo Coase: “sin una teoría nada les quedaba por transmitir
salvo una masa de material descriptivo a la espera de una hoguera” (1983, 230).
3 Estas señales, que son de tres tipos –cognoscitivas, normativas, y regulatorias–,
establecen tres bases de legitimidad (Scott, 1995, 33-45).
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R  E I, . , .º ,  /, . -
Eduardo Lindarte Middleton

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