‘Hay mamás intensas y yo’ - 21 de Junio de 2015 - El Tiempo - Noticias - VLEX 575095038

‘Hay mamás intensas y yo’

Carol Malaver Enviada especial EL TIEMPO Leticia (Amazonas). Leticia era, como ahora, un paraje lejano, con barrios a medio construir camuflados en la inmensidad de la selva. Sabe que su padre llegó atraído por la bonanza de 1985, por sus habilidades en la construcción y que un día trajo a toda su familia a pasear. “No contábamos con que el piloto que nos llevaría de vuelta a Neiva (Huila) se estrellara y tuviéramos que vivir en esta región el resto de nuestras vidas”. Ese es el comienzo de la historia de Aída Patricia Cristancho Cruz, una mujer de solo 35 años a la que hoy la vida le sonríe: su hija Camila Alexandra Martínez tendrá la oportunidad de graduarse como ingeniera civil de la Universidad de los Andes. ¿Cómo? Detrás de ese logro hay una madre cabeza de familia comprometida con su educación. Con solo cinco años, Aída era la mayor de una familia de seis; el resto se llevaba solo un año de diferencia. “Cuando se supo la noticia de la muerte del piloto, mi papá se quedó con los brazos cruzados: en esa época comprar tiquetes era cosa de gente rica. Nos quedamos obligados, tocó vivir en arriendo y a mi mamá ponerse a trabajar”. Así fue que Aída quedó al frente de la crianza de sus hermanos cuando tenía diez años, mientras su madre preparaba tamales, platanitos fritos, maíz pira, obleas, empanadas, lo que fuera con tal de contribuir a la economía del hogar. “A mí era a la única que no le daba pena salir a la calle a vender”, cuenta la mujer de 35 años. Como si sus labores fueran pocas, la maternidad le llegó siendo una niña, entonces dos bebés más se le sumaron a su larga lista de responsabilidades. “Gracias a Dios mi padre siempre tuvo trabajito, él fue nuestro respaldo, y mi mamá logró estudiar un técnico”, cuenta Aída, quien siendo madre soltera terminó su bachillerato en un colegio público y luego una carrera de Contaduría en la Universidad de la Amazonía. “Yo me levantaba a las 5 de la mañana y me acostaba a las 11 de la noche. Gracias al empuje de mi mamá, logré que me becaran ocho semestres”. La vida era dura, pero se volvió insostenible cuando su padre, con solo 45 años, enfermó de un cáncer en los pulmones. “Eso pasó cuando mi mamá esperaba su último hijo y yo tenía 23 años. La vida se nos hizo pedacitos”. Entonces los hermanos mayores tenían derecho a almorzar, y solo las mujeres embarazadas y los niños podían contar lo que era comer tres veces al día. “Me dolía mucho que mi padre no fuera a conocer al hijo que tanto le pidió a...

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