La herencia de Ana Mercedes Hoyos - 6 de Septiembre de 2014 - El Tiempo - Noticias - VLEX 526975138

La herencia de Ana Mercedes Hoyos

Eduardo Serrano Especial para EL TIEMPO. La obra de Ana Mercedes Hoyos constituye uno de los más sobresalientes logros del arte latinoamericano de finales del siglo XX y comienzos del XXI. Su trabajo fue coherente con su ánimo creativo y con su tiempo; como pintora, alcanzó una sabiduría y una exquisitez poco común en el arte nacional, y como escultora, modalidad a la cual se dedicó en sus últimos años, abrió caminos inéditos e hizo señalamientos cuyos alcances, tanto artísticos como sociales, perdurarán indefinidamente. Ana Mercedes Hoyos fue siempre, además, un ejemplo de dignidad y pulcritud artística; una pintora y escultora independiente que no buscó nunca manipular los sistemas del arte en su propio beneficio, que no hizo parte de juntas asesoras ni de conciliábulos excluyentes, que lo único que le importó fue su trabajo, y por supuesto, también, San Basilio de Palenque, pueblo a través del cual se introdujo en el tema de la afrocolombianidad y de la esclavitud a cuya revisión e investigación dedicó los últimos años de su vida. Ana Mercedes comenzó a destacarse en el panorama artístico nacional en los años sesenta del siglo pasado, cuando cursaba estudios en la Universidad de los Andes y su trabajo, que involucraba temas publicitarios, estaba estrechamente relacionado con el movimiento pop, el cual absorbía por ese entonces la atención de los artistas de vanguardia. Poco tiempo después, sin embargo, comenzó a tomar una senda cada vez más reduccionista, menos interesada en los detalles y rayana en la abstracción. Es el período de sus representaciones arquitectónicas y en particular de sus Ventanas, lienzos en los cuales la geometría, planteada a través de un colorido plano, juega un papel preponderante. Lo curioso de su pintura de esta época es que, a pesar del raciocinio geométrico y constructivo que la guía, sus trabajos nunca renunciaron a representar la realidad y, más aún, nunca renunciaron a un enfático realismo que les otorga un carácter singular y paradójico a su producción. Pero la artista iría acercándose cada vez más al vano de la ventana, concentrándose en el espacio impreciso detrás la geometría, hasta reducir la referencia arquitectónica al formato mismo de los lienzos y hasta plasmar únicamente el cielo, o mejor, encuadres del firmamento que, a pesar de permitir identificar, con algo de esfuerzo, tonalidades azulosas, eran prácticamente blancos. Estos trabajos fueron bautizados como Atmósferas y, como era de esperarse...

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