La historia de los dos ‘punkeros’ que golpearon a Alejandro Vargas - 5 de Octubre de 2014 - El Tiempo - Noticias - VLEX 537647918

La historia de los dos ‘punkeros’ que golpearon a Alejandro Vargas

Investigación

Maxilar inferior fracturado en tres partes, una vértebra de su columna desplazada, fractura de cráneo, ruptura total del tabique, cortes en la cara, estado emocional afectado… Ese es el cuadro clínico de Héctor Alejandro Vargas Peraza, el universitario de 22 años que, el fin de semana pasado, recibió una golpiza en la carrera 7ª. con calle 59, en el norte de Bogotá, pasadas las 8 de la noche. Lo poco que se sabe de sus agresores, que quedaron libres por vencimiento de términos, es que se llaman Daniel Ricardo Alejandro Nattes Gallego y Nicolás Andrade, jóvenes ‘punkeros’ que se opusieron al arresto y le escupieron a los policías. Además, ocultaron sus rostros cuando en la audiencia de legalización de capturas, supieron que podrían ser acusados de tentativa de homicidio (de 6 y medio a 17 años de cárcel). En las últimas 72 horas se encerraron en sus casas –en barrios de estrato medio bajo, en ambos extremos de la ciudad– y han intentado afanosamente borrar todo rastro de sus vidas en redes sociales. De hecho, bloquearon sus perfiles y twitter en donde, sin embargo, quedó evidencia de su afinidad con los punks y con los skinheads o cabezas rapadas. Antes del episodio, Nattes exhibía sus tatuajes de calaveras, garras y serpientes en su brazo izquierdo y su gusto por grupos que propagan la lucha ‘antisistema’. “No tenemos miedo a morir porque somos la m..., somos skin”, se oye en un video que subió a la nube. Pero allí también hay evidencia de la cercanía con su familia, en especial con su abuela, y de un episodio del que poco hablaba. “Daniel nos dijo que estuvo de residente en una fundación para adictos y que aún recibía terapia”, dijo un allegado. Y su nombre coincide con el de un paciente de una de estas fundaciones. El otro agresor, Nicolás Andrade, estudiante de diseño gráfico, menos activo en redes sociales, también dejó rastro de su tendencia ‘punkera’. Y aunque sus abuelos, con los que vive, consiguieron un certificado, de una corporación universitaria, que da fe de su buena conducta, horas después de propinar la golpiza, tanto él como Nattes aún tenían alcohol en su sangre (grado uno). En el momento de su captura, Andrade estaba indocumentado y ni siquiera recordaba el número de su cédula. La defensa de ambos muchachos la asumieron abogados de oficio, pagados por el Estado. EL TIEMPO los contactó, pero se abstuvieron de dar detalles y de confirmar el paso de Nattes por un centro de rehabilitación. Pero allegados de los...

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