Humor forense 'Hay que desarrugar el ceño de la justicia'
| Autor | Horacio Gómez Aristizábal |
| Páginas | 397-425 |
Capítulo III
Humor forense
“Hay que desarrugar el ceño de la justicia”
1. INTROITO
La palabra humor, tiene origen en la medicina escolástica.
Esta, siguiendo a los autores clásicos, hacía consistir los
diversos temperamentos en una repartición variable de
los cuatro humores del cuerpo humano. Si el equilibrio
se lograba, el temperamento era sano y perfecto, y según
predominase la sangre, la linfa, la bilis o el humor negro,
los biliosos y melancólicos. Al cabo de los siglos, todavía
perduran estas ideas en el lenguaje, aunque generalmente
se ignore su origen. De ahí el que se diga: estoy de buen o
mal humor, o estoy de un humor negro. Precisamente de una
evolución romántica de cada frase, –buen humor, sinónimo
humor, humorismo; con alegría y comicidad.
Imposible, en un libro informal como éste, variado
y movido, vencer la tentación de un tema tan seductor,
fascinante y rico en incitaciones, como es el relacionado con
el humor forense.
La gracia constituye, sin duda alguna, un don artístico.
Claro que no basta por sí sola, para formar un arte. Debe
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Horacio Gómez A ristizá bal
estar llena de contenido. La gracia abrillanta las ideas, las
adorna, las hace amar, las adhiere a la memoria, vierte sobre
ellas una luz que las vuelve más asequibles y claras. Ni el
insulto, ni la súplica, ni la execración, ni los suspiros, tienen
una fuerza semejante.
En el humor hay varios matices, como en el arco iris.
Hay sarcasmo cruel, de color tétrico, cuya risa es horrible
y hace rechinar los dientes. Hay la ironía, que tiene un ojo
en serio y el otro en guiños, mientras provoca el enjambre
de las avispas retozonas. Hay el humor propiamente dicho.
Es el tono paternal. Sin acritud, porque comprende. Sin
crueldad, porque de sus componentes es la ternura. En
un pariente pobre de las cosquillas. Se cuenta con exceso
de severidad, que el chiste nos mueve espontáneamente a
retorcernos en carcajadas estentóreas, pero cuando cesa
el estímulo, no se ha enriquecido nuestro espíritu con un
pensamiento, ni con una emoción.
El humor no ignora que la seriedad es el único puntal
que sostiene muchas mentiras. Y juega a ser travieso. Mira,
cubre el traje malo. Nos representa lo que hay de desaforado
y de incongruente en nuestras acciones. A veces lleva su
fantasía tan lejos, que nos parece que sus personajes no
son humanos, sino muñecos creados por él, para una farsa
arbitraria; pero es porque, como el caricaturista, el tema que
más Te preocupa, no es precisamente eso que se llama pintar
un carácter, o desmenuzar una psicología, sino abarcar lo
más posible de la humanidad, en que se pueden condensar
referencias a nuestros actos erróneos.
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