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Introducción: la cultura del incumplimiento de reglas

AutorMauricio García Villegas
Cargo del AutorAbogado de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín (Colombia) y doctor en ciencia política de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica)
Páginas15-48
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INTRODUCCIÓN:
LA CULTURA DEL INCUMPLIMIENTO
DE REGLAS
Mauricio García Villegas
La cultura del incumplimiento de reglas en América Latina se
remonta a los tiempos de las colonias española y portuguesa.1
Desde entonces, escritores, pensadores y gobernantes, a lo largo
del continente, se han referido a la inobservancia de reglas. Ya en
1743, por ejemplo, el virrey Eslava se quejaba ante sus superiores
porque consideraba que “las provincias de la Nueva Granada
eran prácticamente ingobernables” (McFarlane 1999: 300). Algo
similar sucedía en las colonias portuguesas donde, según Gilberto
Freyre, el rey reinaba pero no gobernaba (Freyre 1946: 27). Allí
también, dice Keith Rosenn (1985: 8), “la diversidad de medios
destinados a transmitir la voluntad del rey hacia las colonias es-
1 Véanse, por ejemplo, Keen (1996) y Morse (1974). Por otra parte, O’Donnell
(1998: 330) ha mostrado cómo éste no es un fenómeno exclusivo de América
Latina. Moisés Naim, el editor de Foreign Policy, publicó recientemente un li-
bro que contiene una amplia reseña de las ilegalidades más notorias del mundo
globalizado actual (Naim 2005); véase también Ellickson (1991).
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m. gar cía vil leg as
taba casi duplicada por la diversidad de medios utilizados por los
administradores de las colonias para frustrar esa voluntad”. Era
tal la brecha entre el derecho escrito y la realidad, que Juan B.
Terán sostiene que el estudio de la legislación sólo era útil para co-
nocer algunos rasgos característicos de la psicología del español,
pero que en todo caso no proporcionaba idea alguna de la vida
colonial (Terán 1927). El desacato era un fenómeno regularizado
y justificado, a tal punto que autores como John Phelan o John
Lynch sugieren que una causa importante de la rebelión que dio
lugar a la independencia fue el propósito imperial de imponer, a
través de las reformas borbónicas de finales del XVII, la autori-
dad y el cumplimiento de la ley (Phelan 1978).
Con el arribo de la independencia, las normas cambiaron, pe-
ro la realidad social y la brecha entre el derecho y la realidad se
mantuvieron prácticamente como estaban. El político y escritor
del siglo XIX, Ignacio de Herrera, sostenía que la desobediencia
al derecho era una costumbre general en la Nueva Granada, que
venía desde la colonia, y que las leyes eran promulgadas pero
que de diversas maneras ellas resultaban siendo desobedecidas.
Por la misma época, Benito Juárez, en México, se lamentaba de
“esa tendencia que generalmente se observa en los pueblos de
sustraerse de las obligaciones que las leyes les imponen” (Juárez
1987: 225). Ya en el siglo XX, Octavio Paz decía que en México se
vivía en una “mentira constitucional”, puesto que las leyes nunca
se cumplían (citado por Escalante 2006: 12).2
Hay que anotar, además, que todos los sistemas de reglas tienen un cierto grado
de incumplimiento, y más aún, que eso los justifica. El célebre teórico del de-
recho Hans Kelsen se refiere a este asunto cuando sostiene que el derecho no
tiene sentido en los casos de cumplimiento o de incumplimiento plenos (1984:
24). La importancia de este fenómeno en la cultura social y política del conti-
nente latinoamericano proviene entonces de su grado, de su recurrencia, y no
del simple hecho de que exista.
2 “Históricamente, la constitución y las leyes sólo se han cumplido en la forma y
se han violado en el fondo”, dijo el ex candidato a la presidencia Manuel López
Obrador en uno de sus discursos en El Zócalo. Citado por Catalina Pérez Co-
rrea (2007).
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int rod ucc ión: la cu ltura del inc ump lim ien to d e reg las
Una prueba quizás más elocuente del profundo arraigo que
siempre ha tenido la cultura del desacato en América Latina es
el propio lenguaje popular. Así, por ejemplo, aquí son de uso fre-
cuente expresiones como “hecha la ley, hecha la trampa”, “la ley
es para los de ruana”, u otras más oficiales como “se acata pero
no se cumple”. En Brasil, la expresión jeito se refiere a toda una
cultura destinada a resolver problemas por encima —o por fue-
ra— de los códigos, las normas y las leyes (Rosenn 1985). Existe
una vieja expresión brasilera que reza “manda quem pode, obe-
dece quem quer” (manda quien puede, obedece quien quiere) y
es un buen reflejo de la disparidad entre las visiones del poder y
de la ley que tienen los gobernantes y los súbditos.
Pero tal vez la expresión más diciente de esta cultura sea aque-
lla que dice “para mis enemigos la ley, para mis amigos todo”,
de la cual existen muchas variaciones. El presidente de México,
Benito Juárez, dijo alguna vez: “para mis amigos paz y justicia,
para mis enemigos la ley”; y en alguna ocasión el escritor mexica-
no Fernando Escalante me dio a conocer esta otra cruda versión:
“Para el amigo, hasta el culo; para el enemigo, por el culo, y para
el indiferente, la ley vigente”.
En la literatura latinoamericana también abundan las refe-
rencias a la cultura del incumplimiento, a través de personajes
indómitos que no se someten a nadie. Martín Fierro, la obra em-
blemática de la literatura argentina, relata la visión del mundo
de un policía rural que se rebela contra la orden de capturar a un
delincuente. También en el país gaucho, Don Segundo Sombra, de
Ricardo Güiraldes, cuenta la vida de personajes que viven altivos
y libres, sin necesidad de una sociedad y menos aún de un Estado.
Lo mismo se aprecia en El mundo es ancho y ajeno, del peruano
Ciro Alegría y en la novela de Eduardo Gutiérrez, Juan Morei-
ra. En El chulla Romero y Flores, del ecuatoriano Jorge Icaza, se
muestra una sociedad escindida por las diferencias de clase y de
poder, en la cual nadie cumple las reglas. De igual forma, encon-
tramos personajes ingobernables, que no se someten a nadie, en
Venezuela, como Ño Pernalete y Mujiquita, de la novela Doña

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