El laberinto del preso venezolano
Páginas | 82-83 |
82
E
en reo, a quien el lenguaje institucional llama, legalmente, «privado
halago menos estigmatizante. Como si el uso de otras y nuevas
palabras estuviese teñido de humanidad y consideración. Cada uno
de sus pasos, generalmente acompañados con plena gestualidad de su
cuerpo, patentiza su pasado y su presente. Una temporalidad donde las
penalidades y recaídas casi siempre acorralan su alma. Ahora, cuando
le corresponde la ineludible rendición de cuentas de su conducta, la
un escenario muy distinto a los lugares sagrados. Este nuevo jurado
no espera una declaración de arrepentimiento del recluso, sino
su compromiso de cumplir los deberes y acatar las prohibiciones
establecidos, como demostración de que está dispuesto en encontrar
los cruces y el camino para superar el trance existencial.
Al gran protagonista del drama carcelario, le corresponde oír, con
social. Guion que previamente ha sido propuesto, analizado, debatido
y aprobado con vívida convicción por conspicuos representantes del
poder y del saber. Entre el oyente y el ejecutante se pretende establecer
hacer con el que está adentro.
Puede ser el momento para que la administración penitenciaria
comience a reconocer el mandato dado, en cuya interioridad la vieja
prevención especial no puede brillar con luces de colores únicos. Es,
asimismo, el tiempo para que la armadura legal empiece a dejarnos
ver sus hendiduras. No hay giros capaces de alcanzar el principio
de progresividad de los sistemas y tratamientos de viejo cuño. Pero,
tampoco, el juego de las palabras sirve para lograr el nivel declarado
Para continuar leyendo
Solicita tu prueba