Qué lindo era mi barrio - 4 de Enero de 2017 - El Tiempo - Noticias - VLEX 656771037

Qué lindo era mi barrio

Jorge Antonio Vega Especial para EL TIEMPO “Quien vivió en estas casas de ayer, viejas casas que el tiempo bronceó…”. El tango Casas viejas, de Ivo Pelay y Francisco Canaro, me viene a la memoria cuando veo la situación actual de mi barrio San Bernardo, por cuyas calles corrió mi juventud. En el enorme solar marcado con el número 12-39 de la calle 2.ª fue fundado en 1916 el Instituto de los Hermanos Cristianos para dar educación a las gentes pobres del sur de Las Cruces. Y recibió el nombre de San Bernardo en homenaje al entonces arzobispo primado de Bogotá, monseñor Bernardo Herrera Restrepo, motor de esa obra. En el instituto se impartía instrucción de artes y oficios y se surtía a los vecinos con los frescos productos de la huerta. Por entonces, la parroquia de Las Cruces era bien extensa, tanto que se confundía con las iglesias de Santa Bárbara, San Agustín y luego con Nuestra Señora de los Dolores. Pero para nosotros, los muchachos, los dominios iban de la carrera 9.ª a la avenida Caracas y de la calle 10.ª a la avenida Primera. El Cartucho Se llamaba así el recoveco de la calle 9.ª con carrera 12, donde se movía el mercado de desechos recogidos por recicladoras al grito de “frascos, botellas, papel periódico, costales de fique”, que pregonaban por el viejo Bogotá. El Cartucho… refugio de alcohólicos aficionados a los productos de Papá Fidel y sus cafuches, y amparo de habitantes de la calle, todos asistidos por una morena humanitaria que llamaban Mamá Policarpa. En una de las medidas de saneamiento ambiental, esas gentes se desparramaron por los sectores vecinos: el parque de los Mártires, San Victorino, la plaza de mercado de la calle 10, 5 huecos, el ‘Bronx’, etc., y con el paso de los días fueron llegando a mi querido barrio, cuna de tantas historias como estas: La calle Liévano Este paseo en forma de L entre las calles 5.ª y 6.ª, de viviendas económicas para la clase popular, fue iniciativa de don Nicolás Liévano Daníes, quien residía con su familia en una hermosa casa de esquina a pocos metros de allí. De un piso, techo de tejas, ventanas de rejas arrodilladas que dejaban ver el amplio patio de baldosas brillantes y enmarcado con macetas de flores hermosas. Y en la sala, un piano que en ciertas tardes pulsaba doña Emilia Aguirre, en conciertos caseros disfrutados por los curiosos. Ya advertirán los lectores que en esa residencia vivió Indalecio Liévano Aguirre, ministro, diplomático, hombre de confianza de Alfonso López Michelsen...

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