‘Los nazis no nos daban toallas y al jabón lo llamaban sangre judía’ - 25 de Enero de 2015 - El Tiempo - Noticias - VLEX 554171110

‘Los nazis no nos daban toallas y al jabón lo llamaban sangre judía’

“El mismo día

que llegamos

se llevaron a

mi familia

a los hornos crematorios”.

Nación

Carolina Bohórquez Corresponsal de EL TIEMPO Cali. ‘Mañana’. Esa palabra le ha punzado el corazón y la memoria a Raquel Gedallovich durante los últimos 70 años, de los cuales ha vivido más de 60 en Colombia. “¿Cuándo la vuelvo a ver?”, le preguntó su madre, Débora Schlomovich, a un miembro de la SS, la fuerza más temida al servicio de Adolfo Hitler. Era una mañana de abril de 1944. “Mañana”, le contestó el soldado a la señora, que seguía aferrada a tres niños pequeños y a su esposo, Bernardo Moskovich, un campesino que sembraba frutas, mientras veía cómo los nazis se llevaban a Raquel. La familia acababa de poner los pies en el campo de concentración de Auschwitz, a unos 40 kilómetros de Cracovia (Polonia). Raquel nunca olvidó el ruido que producía el traqueteo del vagón sin ventanas en el que viajaron tres días seguidos; tampoco, el asfixiante olor que salía de la cubeta dispuesta para las deposiciones, que se volcaba con frecuencia por el movimiento del tren. En ese ambiente nauseabundo, cientos de hombres y mujeres apretujados temblaban por su suerte, sin poder sentarse siquiera. Ella era alta y parecía fuerte. Por eso, cree Raquel, la SS la separó de sus progenitores y de sus tres hermanos, de 7, 9 y 11 años. Sus tíos, abuelos y algunos primos también fueron llevados a ese campo de concentración en el mismo tren, al que llamaban ‘el último de la vida’. “Yo tenía 13 años cuando llegamos a Auschwitz, pero parecía de 15. Quizás los alemanes pensaron que sería útil”, dice en la sala de su apartamento, en el barrio Versalles, norte de Cali. Años antes de llegar a ese campo de exterminio, su vida era como la de cualquier niño: pasaba el tiempo jugando con sus hermanos menores, en una casa de un solo piso, en una vereda de los montes Cárpatos, en lo que hoy es Ucrania. “El nombre es tan enredado que ya no sé cómo escribirlo”, se excusa la octogenaria, a quien la madurez le llegó de un solo tajo cuando los alemanes se esparcieron por la región y su familia tuvo que abandonar el hogar para ocultarse en el refugio que un tío construyó en su finca. “Era una especie de búnker. Había un árbol grande en la entrada y se bajaba a un sótano”, describe con la voz gruesa que la caracteriza. ‘Habría hecho lo mismo’ Pero el miedo era tan grande que el administrador de la hacienda los entregó, a comienzos de 1944. “El que ocultara judíos sería fusilado, alertaron. Lo...

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