Magias parciales - 27 de Septiembre de 2018 - El Tiempo - Noticias - VLEX 740270257

Magias parciales

Ayer estuve organizando, no sé por qué ni cómo ni para qué, sobre todo esto, para qué, el pedazo de mi biblioteca que más feliz me hace, el que más me gusta: el de los libros de poesía, los mejores libros que pueda haber. Para mí, como lector, ese ha sido desde hace años un refugio y un consuelo, caminar por la cuerda floja de la lengua con la certeza de que allí no me voy a caer. O sí, tal vez sí: eso es también la poesía. Porque además la poesía, a diferencia de todo lo otro que hay en el mundo, no admite matices ni trampas ni términos medios: o está allí o no está; o sucede o no sucede, y ya. Por eso no existe la tan llamada y tan común -ay- ‘mala poesía’: la poesía solo es buena, porque la que es mala no es poesía. Y ya. No hay bosque allí que impida ver los árboles, en la poesía solo se ven los árboles. Digamos que árboles que lo contienen todo, eso sí, incluso el bos que: el universo entero con cada una de sus hojas y sus criaturas. Pero nada en la poesía, es lo que trato de decir, se puede esconder: todo allí es absoluto, todo allí es perfecto y debe serlo. Después está, claro, lo que a cada quien le guste, lo que cada quien crea y sienta que es la poesía o no, su encuentro con ella. Pero esa es otra discusión, ese es otro tema. La poesía es solo intensidad y hervor, solo fuego: las brasas que el viento atiza; el humo que es su huella, su recuerdo. Puede ser fea, cursi, sublime, vulgar, mística, pagana, filosófica, sucia, amorosa -ay-, aun prosaica y elemental: mientras sea poesía, mientras lo sea de verdad, puede ser lo que sea, de eso se trata. Y su ausencia es una tragedia universal, el fracaso de la humanidad. No recuerdo si era don Alfonso Reyes, el más grande, quien siempre señalaba el parentesco espiritual y casi laboral entre el poeta y el profeta, entre el ‘bardo’ y el sacerdote: videntes ambos, voceros los dos de la revelación y el misterio. Incluso para hablar del pan o del fútbol, de la vida. Ya decía García Márquez que Neruda fue como...

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