Marta Lucía Ramírez - 18 de Mayo de 2014 - El Tiempo - Noticias - VLEX 511319538

Marta Lucía Ramírez

A los 23 años, Marta Lucía le dijo a su esposo que ella iba a ser la primera Presidenta de Colombia.

Uno de sus hermanos mellizos murió a causa de una meningitis. Tenía 3 años. Es uno de los golpes más duros que ha tenido que soportar.

Le gusta tener el control de todo y que lo que pase por sus manos salga a la perfección.

María Paulina Ortiz Redacción EL TIEMPO Diez minutos. Diez minutos en su camioneta Land Cruiser blindada con escoltas adelante y atrás. Eso basta para darse cuenta de que la mente de Marta Lucía Ramírez está todo el tiempo pendiente de cada detalle. A la peor hora pico de un día entre semana, el carro la lleva de su oficina en la zona rosa de Bogotá hacia un asadero en el occidente, donde la esperan seguidores de barrios populares de la ciudad. Va con su portátil prendido encima de las piernas y su correo electrónico desplegado. Revisa su agenda, le pide a su secretario privado, que viaja con ella, que le envíe un mensaje a tal, habla por su celular con alguien de Santander sobre la posibilidad de aplazar el viaje del día siguiente, regaña a su conductor porque “Orlando, por favor, cuántas veces le he dicho que no maneje así, que no se les atraviese a los otros”. Todo a la vez. La mente de Marta Lucía Ramírez está atenta a lo grande y lo pequeño; esa es una de las características que notan los que trabajan a su lado. Le gusta tener el control y que lo que pase por sus manos salga a la perfección. Marta Lucía no perdió una sola materia en ningún mes durante sus años de colegio en el J. J. Castro Martínez. Tampoco rebajó su alto promedio en la Universidad Javeriana, donde se graduó en Derecho. El padre Gabriel Giraldo, mítico decano de esa facultad, les enviaba cartas a los papás de Ramírez en las que no sabía qué adjetivo buscar para no repetirse: alumna brillante, excelente, inteligente. La búsqueda de calidad es una meta que se impuso a sí misma y, para conseguirla, su temperamento fuerte (algunos la ven fría, aunque familia y amigos dicen que es “querendona”) le sirve de escudo. Tenía 3 años y medio. Estaba en su casa, que quedaba en el Polo Club, un barrio bogotano de clase media. Había empezado una de las clases de piano que sus papás le pagaban con profesor particular. A su mamá eso la hacía feliz. Sin embargo, la niña no parecía muy cómoda con un profesor que la obligaba a estirar los brazos a la fuerza para que manejara mejor el teclado. Así que un día se levantó y dijo que no seguía en eso. Sí: a los 3 años y...

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