Marvel Moreno, una escritora rescatada del olvido - 14 de Agosto de 2014 - El Tiempo - Noticias - VLEX 523973166

Marvel Moreno, una escritora rescatada del olvido

Plinio Apuleyo Mendoza Especial para EL TIEMPO Casi siempre la vida de los novelistas está marcada por inesperados sobresaltos y sorpresas. O bien sus obras tienen de inmediato una fosforescente acogida por críticos y lectores o tardan muchos años en ser reconocidas. Recuerdo siempre el caso de una de las primeras novelas de Gabo, El coronel no tiene quien le escriba. Anduve con el manuscrito presentándoselo a editores en España y Venezuela sin mayor suerte. Fue, por cierto, un libro rechazado por la editorial Gallimard, de París. Su director editorial debió arrepentirse amargamente de esta decisión, cuando por culpa de ella Gabo decidió no darle a Gallimard ninguna de sus obras después de haberse hecho famoso con Cien años de soledad. Escribo esto poco después de haber recibido una bella edición del libro En diciembre llegaban las brisas, de Marvel Moreno. Acaba de llegar a las librerías como una gran novedad. Es una especie de resurrección, pues, como ocurre con frecuencia en Colombia, los éxitos de ayer casi nunca se reeditan. Muchas obras de grandes autores han quedado en el olvido para las nuevas generaciones. En diciembre llegaban las brisas es un buen ejemplo del extraño destino que a veces tienen los libros. Cuando esta novela salió a la luz en España, en 1987, sus editores consideraron que con ella Marvel Moreno irrumpía de manera espectacular en la novelística de lengua española. Traducida al francés y al italiano, fue considerada uno de los grandes logros del ‘postboom latinoamericano’. Ganó en Italia el célebre premio Grinzane Cavour a la mejor novela extranjera. Como lo he escrito alguna vez, el destino de Marvel tuvo un sino muy especial, pleno de contrastes, de duros momentos y de atrevidas decisiones. La profecía de una bruja Cuando la conocí en Barranquilla, en 1960, el secreto de su real vocación lo tenía muy bien guardado. Era vista en su ciudad como una muchacha bonita que un año atrás había sido reina del carnaval y que hasta entonces mataba las tardes de mucho calor jugando canasta con algunas amigas en el Country Club. Allí, por cierto, me fue presentada por mi amigo Juan B. Fernández Renowitzky. A la tercera vez que salí con ella, en la penumbra de un bar llamado Heyneman, me reveló su secreto: su pasión era la literatura. Quería escribir. Tenía la misma devoción mía por autores como Faulkner y Virginia Woolf. Y no sé en qué momento, fijando en mí su mirada, me dijo: “¿Sabes una cosa? Yo solo podría casarme con un...

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