‘Me da rabia que me digan que soy una pobrecita’ - 24 de Diciembre de 2016 - El Tiempo - Noticias - VLEX 656142565

‘Me da rabia que me digan que soy una pobrecita’

Bogotá. Creyó que ya estarían muertas. Que el sida y la nefritis se las llevaron. Estaba convencida de que las dos bebés, hijas de una drogadicta, que hallaron abandonadas en un inquilinato, con mordidas de roedores y deshidratadas, no sobrevivirían. Menos aún podía imaginar que volvería a saber de ellas veintidós años después. Entonces era una estudiante de Derecho que hacía prácticas en Medicina Legal y ahora es fiscal especializada, dedicada a la violencia de género. El pasado 25 de junio, María Cecilia Córdoba recibió una llamada inusual. Aunque su área de trabajo son mujeres maltratadas, le pedían el favor de que interviniera en un caso diferente. Necesitaban que la URI acelerara la entrega de Nury Borja, fallecida a causa de un paro cardiorrespiratorio, a la hermana Valeriana, fundadora y directora del Hogar Luz y Vida, para darle sepultura. —Es una de las dos niñas que usted conoció –le dijeron–. La otra, que se llama Nixa, sigue viva. —Por sus graves enfermedades, pensé que no vivirían –repuso incrédula. Pero sobrevivieron. No padecían VIH ni nada relacionado con el riñón, como diagnosticaron erróneamente los médicos en su día, sino epidermólisis bullosa, bautizada como ‘piel de mariposa’, un mal desconocido en la Bogotá de principios de los años 90. “Siempre quedé con el dolor de nunca haber hecho nada por ellas”, le dice a este diario María Cecilia Córdoba y se le quiebra la voz. “Me enganché con ese par de criaturas que ingresaron al Hospital San Blas. Las visitaba, les llevaba medicamentos, pañales”. Las pequeñas sangraban y berreaban cada vez que les quitaban las gasas y les arrancaban jirones de piel. Debían permanecer cubiertas porque cada roce en su epidermis plagada de llagas se convertía en una nueva herida y no había otro tratamiento en la capital colombiana. Pasaron los meses y la convencieron de que, a sus veinte años de edad, el sueño de adoptarlas era una quimera. Un buen día, al pensar que no podía aportar más, desapareció de sus vidas. Nixa no se acuerda de la estudiante de Derecho, era demasiado niña. De su mamá, que murió atropellada, y de su papá tampoco guarda recuerdo alguno. Su vida era Nury, dos años mayor que ella. La orfandad que en ocasiones resentían, las tristezas y alegrías, la dolorosa enfermedad con la que nacieron y que limita su desarrollo intelectual y físico las compartía con su hermana del alma; imposible dibujar una existencia sin ella. Crecieron inseparables, tan pegadas la una a la otra como...

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