El Mercantil, el último café de los jubilados - 14 de Marzo de 2021 - El Tiempo - Noticias - VLEX 862260055

El Mercantil, el último café de los jubilados

Ricardo Rondón Chamorro - para el tiempo Fotos: David Rondón Arévalo"Por la mañana, cuando un sol de páramo merodea la ciudad, las meseras del café limpian las sobras de una conversación y las manchas que dejan en el piso las voces nocturnas. A alguien debió caérsele en el baño la palabra amor, pues no se soporta el olor a flor marchita que invade sus muros" (Juan Manuel Roca, En el café del mundo’). Manuel H., el legendario fotógrafo de melena plateada, el del Bogotazo y el callejón de la plaza de toros de Santamaría por cincuenta años, asomaba al Café El Mercantil a las once de la mañana y a las cuatro de la tarde a tomar tinto. Decía que era el más auténtico del centro de Bogotá. Y el más barato. El senador y ministro caldense Víctor Renán Barco también era un asiduo consumidor de café en este punto del centro capitalino. Lo degustaba cerrero y lo acompañaba de un aguardiente doble, siguiendo la costumbre de sus ancestros de Aguadas. Picado de copas, el cantor de tangos chileno Pepe Aguirre digitaba y mascullaba en solitario sus propias interpretaciones en el teclado de la vieja rocola alemana: Colegiala, Muñeca de loza, Frivolidad, Pensando en ti, de tantas de su cancionero descorazonado que aún atesora en su preñez de años la vetusta máquina tragamonedas con más de 100 discos de 45 r. p. m. Cuando el divo bonaerense Armando Moreno -el mismo de Zapatos rotos y Mis harapos- arribaba con su planta de galán de cine, cabello engominado, terno de paño inglés y gabardina, las coperas alborotadas se lo disputaban en atenciones. Igual sucedía con Óscar Agudelo, el sastre de Herveo, Tolima, el mismo de China hereje y La cama vacía. A paso cansino, de cabello largo y cenizo recogido en una cola de caballo, boina, lentes gruesos y un cartapacio bajo el brazo, también asistía Pedro Claver Téllez, el viejo cronista de los apaches y bandoleros que marcaron historia en la violencia de campos y ciudades de Colombia, como sus sagas de la guerra verde, la del negocio de esmeraldas. Antaño, el Café El Mercantil, ubicado en su primera sede de la calle 22 n.º 6-73, era una suerte de fonda paisa en el corazón bogotano, cuando cafetines, griles y billares amanecían de largo y solo cerraban una hora para levantar asientos, asear, perfumar con creolina y agua de rosas, reportar inventario y entregar turno al personal que reanudaba jornada. Nadie más acertado para apuntar con sus alegorías la poética de estos recintos de solitarios, copisoleros, pensionistas...

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