‘Mi alma se la dejo al diablo’ aterriza en el mercado chino - 25 de Marzo de 2018 - El Tiempo - Noticias - VLEX 706727749

‘Mi alma se la dejo al diablo’ aterriza en el mercado chino

Acaba de ser publicado en China –país que tiene 836 millones de personas que hablan chino mandarín– Mi alma se la dejo al diablo, el libro de Germán Castro Caycedo que narra la historia de un hombre abandonado en el corazón de la selva amazónica y que antes de morir escribió unas líneas rematadas con aquella frase. El Karina, Perdido en el Amazonas, El alcaraván y Mi alma se la dejo al diablo son los únicos libros colombianos de narrativa no ficción traducidos a otros idiomas. Este último ha sido publicado también en Francia, Japón, Italia, Grecia, Hungría, España, Portugal, Colombia y el resto de América Latina. El lugar de la tragedia de Benjamín Cubillos –el protagonista– es una cabaña de madera levantada en plena manigua a orillas del río Yarí, aguas arriba de una cadena de cataratas. Luego, el río desemboca en el Caquetá. El esqueleto de Cubillos fue hallado más tarde por el colono Óscar Rivera y siete indígenas que buscaban árboles de balata, una variedad de caucho utilizada en la fabricación de bolas para jugar golf. Rivera y sus compañeros se habían extraviado y fueron a parar al Yarí –que identificaron por el sabor de sus aguas, como es usual en estas selvas–, pero, una vez frente a los restos de Cubillos, huyeron de allí sin tocar nada. Río abajo vencieron la serie de cataratas aferrándose a las peñas. Luego, en las riberas de los primeros remansos hicieron un par de balsas y kilómetros adelante desembocaron en el río Caquetá, en lo que había sido el penal de Araracuara. A raíz del cierre de aquel penal, Castro Caycedo viajó al lugar para realizar una serie de crónicas periodísticas sobre ese mundo, tan desconocido por el país, y contrató como guía y lanchero a Óscar Rivera. Un mes más tarde, la víspera de regresar, se reunió por la noche con algunos expresidiarios que habían preferido quedarse en aquellas selvas y luego de que los demás contaron sus últimos recuerdos, Rivera abrió la boca: –“Ese es aquí el pan de cada día. Lo que casi nadie sabe es que yo encontré el esqueleto de un hombre, allí arriba, en una casita de tablas a orillas del Yarí”. ¿Un esqueleto? Y a su lado, ¿un cuaderno con algo escrito? –“¿Qué habían escrito?”. –“No leí mucho –dijo Rivera–. Pero recuerdo que al final, el que escribió llamaba al diablo... O algo así”. Según su descripción, la pequeña cabaña se levantaba frente a una recta interminable que formaba el río en una zona llana. Selva cerrada: “Sí. Selva muy virgen”, agregó Rivera. Al día siguiente...

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