‘Mientras más lejos he estado, más crece mi amor por Cuba’ - 9 de Enero de 2016 - El Tiempo - Noticias - VLEX 591274006

‘Mientras más lejos he estado, más crece mi amor por Cuba’

María Paulina Ortiz Redacción EL TIEMPO Era niño y su mamá le preguntó si quería aprender a tocar un instrumento. Mauricio Vallina le respondió que sí: la marimba. Ella lo pensó unos segundos y le dijo que lo que más se le parecía era el piano. Sucedió en la Cuba de los años setenta. Más concretamente, en una casa grande de Guanabacoa. “Crecí en un mundo de fantasía, cubierto por un firmamento mágico. Crecí leyendo los cuentos de Andersen y estudiando la mitología griega. Durante toda mi vida he mirado mucho al cielo”. Esto cuenta Vallina, que hoy tiene 45 años y es uno de los pianistas más destacados de su generación. La crítica lo ha definido como un pianista “imponente”, “de una pulsación poderosa”, “de gran virtuosismo, creatividad y sensibilidad”. Vallina, uno de los invitados especiales al actual Festival de Música de Cartagena, tiene una particular personalidad cuando está frente al piano. Y pudo dedicarse a otra cosa: “En mi familia no hubo músicos profesionales, aunque sí voces bellas. Sobre todo la de mi madre, que en una época fue cantante de tangos. De niño yo oía todo tipo de música. Tenía especial predilección por los valses de Viena, pero la verdad no me tomaba nada en serio el estudio del piano. En esa etapa de mi vida hubiera preferido ser pintor o escultor”. —¿En qué momento decidió ser músico profesional? —A los 14 años conocí a un maestro que obró maravillas conmigo, como un alquimista. Me mostró una entrada secreta al mundo de la música clásica. En dos semanas progresé más que en siete años y, por supuesto, de inmediato decidí ser músico. Él ya murió. Se llamaba Raúl Iglesias. Su memoria siempre me acompaña. La formación de Vallina como pianista comenzó en el Conservatorio Amadeo Roldán, en La Habana. De esos primeros años de estudio recuerda también con cariño a los maestros Roberto Urbay y Harold Gramatges, y a Beatriz Rodríguez, que le enseñaba literatura. “Más que una profesora, era una verdadera ‘Sarah Bernhardt’. Ella marcó a una generación entera de músicos. Nos dio alas”, dice Vallina. Del conservatorio cubano se graduó con diploma de oro y luego obtuvo una beca para seguir sus estudios en Rusia –todavía Unión Soviética; era 1988– en el Conservatorio de Moscú. Allá llegó con 18 años y sin saber ni una palabra en ruso. Vallina aprendió el idioma sobre la marcha, mientras avanzaban las clases y soportaba enfermedades frecuentes por el clima y la comida. “El Conservatorio de Moscú apareció ante mí como un templo...

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