Los motivos de una generación que marcó el país - 18 de Junio de 2020 - El Tiempo - Noticias - VLEX 845375183

Los motivos de una generación que marcó el país

Eduardo Pizarro LeongómezEn la madrugada del 1.° de enero de 1959 hacen su entrada triunfal a La Habana las tropas del Movimiento 26 de Julio. El dictador Fulgencio Batista se había escapado de Cuba esa misma madrugada. Había nacido el mito guerrillero en América Latina. Para miles y miles de jóvenes latinoamericanos la revolución cubana, a escasas noventa millas de los Estados Unidos, demostraba que era posible alcanzar el poder por la vía de las armas y que Cuba era una confirmación de que "la violencia es la partera de toda sociedad vieja preñada de una nueva", como planteó Marx en El Capital. Uno de los jóvenes, arrastrado por la ola revolucionaria que sacudió a América Latina, fue un sacerdote ligado a las familias de la élite bogotana, Camilo Torres Restrepo. En 2019 se conmemoraron los 90 años del nacimiento de este joven que en 1965 colgó la sotana para unirse a la guerrilla del Eln. El sacerdote-guerrillero murió en un enfrentamiento con tropas del Ejército Nacional el 15 de febrero de 1966 en San Vicente de Chucurí (Santander). Tenía, escasamente, 37 años. Si "el deber de todo revolucionario es hacer la revolución", como afirmaba Fidel Castro, este llamamiento no caería en el vacío. En efecto, tras el triunfo de la insurgencia cubana, la ola guerrillera se fue extendiendo como una mancha de aceite por toda América Latina, Estados Unidos, Canadá, Europa Occidental e, incluso, Japón. El mito de la revolución En América Latina, el mito revolucionario se fortaleció en aquellos años gracias al respaldo de las teorías sociales en boga en los medios universitarios. En efecto, la teoría de la dependencia afirmaba que el desarrollo económico en los países del Tercer Mundo no era posible sin una ruptura radical con el mercado mundial capitalista, dado el intercambio desigual que condenaba a nuestras naciones a ser simples proveedoras de materias primas. Así pues, en los años 60 todas las fichas del ajedrez a favor de la lucha armada se habían alineado en el tablero: Cuba había probado que era viable la revolución en América, la teoría marxista sobre el papel de la violencia se había confirmado y la teoría social sostenía que solo la revolución hacía posible el desarrollo. Solamente faltaba que hubiese una figura mítica: Argentina ofrendó en el altar de la revolución la figura del Che Guevara para los marxistas, mientras Colombia ofrendó a Camilo Torres para los creyentes (el "Che Guevara de los cristianos", como lo denominó Walter...

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