La muerte de Dala, un crimen sin respuestas después de 4 años - 8 de Mayo de 2018 - El Tiempo - Noticias - VLEX 716373969

La muerte de Dala, un crimen sin respuestas después de 4 años

CRISTIAN ÁVILA JIMÉNEZ - REDACTOR DE NACIÓN @cristian_avila4

A la una de la madrugada del domingo 3 de agosto de 2014, a Daladier Arismendi lo asesinaron de un golpe contundente en la cabeza. Al músico, de 39 años y que conformó el famoso grupo de reggae Alerta Kamarada, lo hallaron con el rostro desfigurado en la vivienda que cuidaba en el municipio de San Agustín, sur del Huila. El teléfono celular de su mamá, Yolanda, sonó 38 horas después del crimen. Su hija, sin mediar más palabra, le dijo: “Mami, nos mataron a Daladier”. Yolanda se derrumbó en la oficina en la cual labora en Bogotá, y Henry, su esposo, la recogió para comenzar un viaje desesperado y tortuoso de 12 horas por carretera hacia San Agustín, donde se había radicado Dala, como le decían sus allegados. El camino fue de agonía para esta madre, que quería ver a su hijo y estrecharlo entre sus brazos. Al llegar al pueblo ese era su único deseo, pero no la dejaron entrar ni al hospital ni al cementerio donde yacían los restos, debido al alto estado de descomposición en el que fueron encontrados. “No lo pude volver a ver nunca más”, cuenta Yolanda. En una vivienda del occidente de Bogotá, Yolanda y Henry le tienen un pequeño altar a Dala. Una figura de unos 15 centímetros de la Virgen María, una veladora blanca que siempre permanece encendida y un pequeño florero que mantiene tres rosas rojas acompañan la fotografía del mayor de sus hijos. La muerte de Dala la recuerdan cada día que pasa. Yolanda se sienta justo al lado de la fotografía de su hijo asesinado y dice que hasta el fin de su vida va a tener ese dolor en el corazón. En San Agustín, recuerda, nadie le daba razón de qué había pasado con su hijo. Tan solo horas antes de que le quitaran la vida habían hablado de lo mucho que se amaban y que iban a estar —pese a la distancia— el uno para el otro. La familia hasta tenía planes de comprar una casa en San Agustín. Dala había llegado a ese pueblo cautivado por el amor a la tierra hacia el 2010. Aunque contaba con muy pocos recursos, logró rebuscarse la vida allí haciendo amistad con los europeos que tanto visitan el pueblo huilense, maravillados por las riquezas arqueológicas que allí se encuentran. Arismendi, quien tenía unas rastas que le llegaban hasta las rodillas, una barba frondosa y ojos negros grandes, vivía del trueque y pasaba sus días pintando murales o enseñándoles a los niños de la comunidad sobre música e inglés. “Él decía que era de una época muy diferente a la de...

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