El mundo musical de Jimmy Herrera - 13 de Agosto de 2015 - El Tiempo - Noticias - VLEX 580029590

El mundo musical de Jimmy Herrera

María Paulina Ortiz Redacción EL TIEMPO Jimmy sopla un tubo de plástico y la bolita azul que está adentro sube y baja. Mientras tanto su mamá habla, de muchos temas, va de una cosa a otra sin dejar de advertirle que no pare de soplar. Él le obedece. Están sentados en la panadería Verona, a unos metros de la iglesia San Alfonso María de Ligorio, en el barrio La Soledad, en Bogotá. Ella toma un café con leche; él, aromática. Son las seis de la tarde y en la calle no hay el alboroto habitual que provocan las misas celebradas allí al Señor de los Milagros. Será por el día: es un lunes festivo. Jimmy, de 28 años, está contratado para cantar en una misa de difunto, a las siete de la noche. Su mamá cuenta que en el bus que los trajo de casa –recorrido largo desde la calle 160, al norte– él aprovechó para hacer sus movimientos musculares de calentamiento. Está vestido con traje negro, elegante, pero le queda grande: ha bajado varios kilos estos últimos meses porque tuvo que cambiar su alimentación. Cuando faltan quince minutos para las siete de la noche, los dos caminan hacia la iglesia. En el altar, Jimmy se encarga de conectar el teclado que trajo de su casa envuelto entre bolsas de Colsubsidio; prueba el micrófono, extiende la partitura en la primera canción y se sienta a esperar que la misa comience. Un hombre que lleva un chaleco con el nombre de la parroquia impreso por detrás –y que parece estar encargado del orden del lugar– le pide que recoja las bolsas azules que quedaron en el suelo. Jimmy no lo mira. El hombre le insiste: ese reguero es suyo. Jimmy no deja de mirar el mismo punto –¿cuál punto, qué ve?– con tal intensidad que desconcierta al asistente. Tanto que él mismo termina por recoger las bolsas y retirarse. La misa comienza. Jimmy canta. Su voz es de tenor. *** A su mamá, Lucero Herrera, que por esos años trabajaba como maestra de primaria, le llamó la atención que su hijo tuviera dos años y todavía no dijera una palabra. Lo llevó al pediatra y él compartió su preocupación. Lo remitió a psicólogos y a terapeutas ocupacionales para un estudio más preciso. El primer diagnóstico fue psicosis infantil y retardo leve. Pocas semanas después, un fonoaudiólogo le dio la respuesta definitiva: Jimmy tenía autismo. Lucero lloró, mucho. Su marido no creyó que fuera cierto. Incluso le pareció innecesario llevar a su hijo al médico. El matrimonio se acabó poco tiempo después y Lucero siguió sola con la responsabilidad de su hijo. Como trabajaba...

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