Lo que se necesita para ir - 3 de Noviembre de 2013 - El Tiempo - Noticias - VLEX 473697866

Lo que se necesita para ir

En la película Gravedad, Sandra Bullock estira los brazos y trata desesperadamente de asirse a una saliente del módulo Zarya de la Estación Espacial Internacional. En el vacío del espacio, su cuerpo da tumbos como una muñeca de trapo suspendida bajo el agua. Al no haber aire que genere resistencia contra sus movimientos, sus piernas fustigan el entorno sin avanzar un centímetro. Es una sensación increíblemente frustrante. Y es idéntica a la que yo misma he vivido en cuatro vuelos a bordo del avión simulador de microgravedad KC-135A (el ‘Cometa del vómito’) y en ejercicios de realidad virtual en el Centro Espacial Johnson, durante una serie de visitas para cubrir el riguroso y efectivo entrenamiento de un astronauta. Porque en la Nasa, cualquier cosa asociada con los vuelos espaciales que pueda ser simulada lo es. Desde los sistemas de maniobras orbitales de una cápsula hasta el WCS (Waste Collection System), es decir, el baño. Especialmente el baño. “No me importa si no aprenden a reparar el sistema eléctrico o el de comunicaciones. Pero si uno de ustedes no domina el uso del WCS, juro que lo dejo allá arriba”, amenazó un conocido comandante de transbordador espacial a su tripulación. La historia de la preparación de un astronauta comenzó el día en que la Nasa recibió órdenes de seleccionar siete veteranos pilotos militares para el proyecto Mercury, en 1959, el primer programa espacial tripulado estadounidense. Esos siete hombres fueron escogidos a dedo, después de pasar por una clase de exámenes físicos y mentales que fueron inmortalizados tanto en su propio libro, Nosotros siete, como en el popular Elegidos para la gloria, de Tom Wolfe. En ese entonces no se sabía nada sobre los efectos que el espacio podría tener en el cuerpo humano, y se enfatizaba en un entrenamiento centrado en dos partes: adquirir una enorme resistencia física y dominar las complejidades de la aviación en todas sus formas. Un piloto de pruebas o de cazabombardero era, pues, un candidato ideal. Hoy sabemos que la falta de gravedad por espacios prolongados de tiempo causa pérdida de masa ósea y muscular, aumenta el riesgo de cálculos de riñón, altera el ritmo cardíaco, hace que la sangre se suba a la cabeza y genera cambios en el sistema neurovestibular (el sentido del equilibrio). Pero son cambios que cualquier persona sana puede tolerar, y que se revierten al regresar a tierra. Por eso, ahora los astronautas provienen de toda clase de trasfondos, aunque siguen necesitándose aviadores con miles de horas de experiencia. Pero ya que tenemos un laboratorio en órbita –la Estación Espacial Internacional, a la que llevamos visitando hace 10 años– y que los vuelos de larga duración (seis meses como mínimo) permiten hacer variados experimentos científicos, son necesarios expertos en varias disciplinas. Hay astronautas médicos, biólogos, toda la gama de ingenieros y hasta los ha habido veterinarios. Por ejemplo, entre los últimos ocho candidatos a astronautas seleccionados entre 6.100 aspirantes por la Nasa hace pocos meses hay un físico, una oceanógrafa, una meteoróloga, un médico y cuatro pilotos militares. No obstante sus grados académicos previos, estos candidatos tienen que someterse a un entrenamiento de dos años antes de ser considerados oficialmente como astro-nautas. Y desde que son aceptados como aspirantes hasta que reciben su primera...

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