Ángeles y demonios - 6 de Octubre de 2014 - El Tiempo - Noticias - VLEX 537759918

Ángeles y demonios

Catalejo

Gabriel Silva Luján

En Colombia se ha desatado un linchamiento, quizás más bien una inquisición. Aquí existe una tradición, iniciada por Carlos Lleras Restrepo, quien fue el maestro en el ejercicio de la ‘manzanilla’, de dividir la dirigencia entre tecnócratas y políticos. A los primeros se los presenta como ángeles, y los segundos son demonizados, como una ralea sin escrúpulos y corruptos irredimibles. Ese estereotipo (profundamente injusto) es uno de los que más daño le hacen a la democracia. Claro que existe corrupción en la clase política y se han cometido pecados veniales y mortales. No se trata de excusar o justificar esos hechos despreciables e inaceptables. Se trata de poner en perspectiva qué se esconde detrás de esa encarnizada persecución contra la función política y democrática de quienes han sido elegidos directamente por el pueblo. Detrás de esas actitudes se esconde, primero, un inmenso elitismo. Es mejor que las prioridades de inversión las defina quien fue a Harvard que quien fue elegido representante por Boyacá. Muchos técnicos de impecables credenciales académicas, que no distinguen entre un novillo y un torete, son los que dictan –por ejemplo– la política agropecuaria. En vez de crear vasos comunicantes entre los representantes elegidos por el pueblo y los que tienen la preparación formal, la satanización de los políticos ha llevado a una especie de discriminación, en la que los funcionarios técnicos son de primera y los políticos son despreciables. Ese descrédito de la política rompe la banda de transmisión entre el pueblo y la acción del Estado. Si de entrada hay un sesgo despectivo frente a los voceros legítimos de la gente, se rompe ese vínculo esencial que mantiene la democracia. Detrás de esas actitudes se esconde un pernicioso centralismo. Con seguridad, dicen estos enemigos de los políticos, lo que se defina en los escritorios de Bogotá es mucho más sabio que lo que desesperadamente solicite la gente en las plazas públicas, en las marchas y en los encuentros populares. La desconexión entre las aspiraciones regionales y las asignaciones presupuestales es abismal...

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