Los niños que tienen cáncer se mueren por negligencia - 23 de Diciembre de 2013 - El Tiempo - Noticias - VLEX 482609562

Los niños que tienen cáncer se mueren por negligencia

Juan Gossaín Especial para EL TIEMPO La verdad es que a mí me gustaría cambiar de tema, escribir sobre cositas diversas, publicar crónicas más divertidas. Pero la gente, agobiada, no me lo permite, ni la realidad me suelta. Los colombianos, en su desesperación, andan buscando algo de qué agarrarse, como el náufrago a la tabla. Total que cuando no son los medicamentos es el sistema de salud. O viceversa. O ambas cosas a la vez. El clamor se extiende por todas partes. “Por favor, siga con el tema de la salud”, me escribe una colega del diario Portafolio. “No nos abandones, mijito”, me dice una anciana amorosa, apoyada en su bastón, a la entrada de un hospital. A su turno, modestos empleados del Gobierno, que ponen en riesgo su trabajo, me envían información valiosa, revelaciones, cifras. Lo único que piden a cambio es que mantenga sus nombres en secreto. Púdrame Dios la lengua antes de revelar una fuente informativa. Recostado en una cama, con los brazos abiertos como un crucificado, el niño aparece en una fotografía del diario El Universal de Cartagena. Está esperando que lo atiendan. El año pasado le diagnosticaron un cáncer linfático. Su madre lo llevó a Caprecom, la empresa de salud donde lo tenía afiliado, pero allí le dijeron que ese mismo día acababan de desafiliarlo; mire usted qué coincidencia. La madre removió cielo y tierra, puso tutelas y querellas. Ganó las demandas. Eso creía ella: un día le decomisaron a la brava el carnet del muchacho y no volvieron a dejarla entrar. Lleva dos meses implorando una orden para quimioterapia. Mientras tanto, al otro costado del país, en el hospital Federico Lleras Acosta, de Ibagué, hay 49 niños afectados de cáncer a los que las empresas de salud no les dan medicamentos ni autorizan sus exámenes. Ya no los pueden atender más. El hospital es uno de los 600 que están al borde de la quiebra porque no les pagan. Los niños y los hospitales se están muriendo al mismo tiempo. Llamo por teléfono a Ibagué y logro conversar brevemente con una empleada del hospital. Le pido que me explique qué es lo que está pasando. —Ay, señor –exclama ella–. Lo que pasa es que aquí el único amparo que nos queda es el ángel de la guarda. Después se deshizo en llanto. No pudimos seguir hablando. En la isla de San Andrés A los adultos no les va mejor. La señora María Said Darwich me escribe una carta desgarradora desde la isla de San Andrés. Adjunta fotocopias, recetas, cuentas de cobro. Lleva más de quince años afiliada a...

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