Nicanor Parra, el antipoeta inmortal - 24 de Enero de 2018 - El Tiempo - Noticias - VLEX 701451381

Nicanor Parra, el antipoeta inmortal

FEDERICO DÍAZ-GRANADOS* - ESPECIAL PARA EL TIEMPO

Ha muerto Nicanor Parra, el poeta, el antipoeta, el símbolo de una generación irreverente y contestataria. Con él se apaga una de las últimas voces de la gran poesía latinoamericana del último siglo. Era el mayor del Clan Parra, cuya genealogía ha sido fundamental para entender la cultura chilena del siglo XX. De su padre, Nicanor, heredó la vocación de ser maestro y el amor a la guitarra y el violín y de su madre, Rosa Clara, el amor por el folclor, las cuecas, las artesanías y los tejidos. Su hermana Violeta, su “siamesa”, en palabras del propio poeta, ha sido una de las figuras cardinales de la cultura popular latinoamericana. Al despedir a este gigante de nuestro idioma fue inevitable recordar una de las tardes más importantes de mi vida. En 1999 fui invitado a un encuentro de poesía joven en Chile, ‘El poeta joven y su libro’, organizado por la Fundación Gabriela Mistral. El director del encuentro, el poeta Jaime Quezada, incluyó en el programa una visita a Nicanor Parra, en Las Cruces, sobre la costa del océano Pacífico. Era otoño, y la brisa era muy fuerte. Traía noticias de naufragios y misterios que tantos poemas habían inspirado. Acudimos, luego de pasar una mañana en Isla Negra, en compañía de los poetas Martín Gambarotta y Silvio Mattoni, de Argentina; Carlos Javier Morales, de España; Aleyda Quevedo, de Ecuador; Rodrigo Quijano, de Perú, y Leonardo Cruz Parcero, de México, a esa cita que el destino ponía frente a nosotros. Todos estábamos emocionados de conocer a una de las leyendas de nuestra tradición hispánica. Desde el saludo, Nicanor fue rompiendo el hielo y decía alguna anécdota o comentario gracioso sobre cada país. Me preguntó por María Mercedes Carranza y la Casa de Poesía Silva y también por Juan Gustavo Cobo Borda. Me parecía un acto de simple “justicia poética” que recordara a los dos poetas colombianos que más habían promovido su obra y que tanto habían asimilado su registro y su tono. Los recordaba con afecto y admiración. Fue, sin duda, una inolvidable tarde en aquel restaurante donde Nicanor nos recomendó comer el popular caldillo de congrio (inmortalizado y canonizado en la gastronomía chilena por Pablo Neruda) y el filete de corvina. Estaba anecdótico, risueño y más generoso que nunca a sus 85 años. Nos dijo, entre tantas cosas, que Carlos Pezoa Veliz era el mejor poeta chileno y que Monumento al mar, de Huidobro, era un verdadero “monumento” al idioma. Cuando...

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