‘No solo somos víctimas de desigualdades, somos también sus autores’ - 13 de Septiembre de 2015 - El Tiempo - Noticias - VLEX 582344986

‘No solo somos víctimas de desigualdades, somos también sus autores’

‘No solo somos víctimas de desigualdades, somos también sus autores’

En su libro más reciente, el sociólogo francés François Dubet dice que los lazos de solidaridad están en declive en todo el planeta.

Raquel San Martín La Nación (Argentina) Lejos de ser una fatalidad, o solo un producto de decisiones de los poderes económicos globales, la desigualdad puede estar también alimentada por pequeñas decisiones cotidianas, desde la escuela que elegimos para nuestros hijos, la puntualidad en el pago de los impuestos o el modo en que nos comportamos con los extranjeros. “No somos solo víctimas de desigualdades sociales, somos también un poco sus autores”, dice el sociólogo François Dubet, que en su libro más reciente ¿Por qué preferimos la desigualdad? (editorial Siglo XXI), da un giro inquietante al tema de moda en el análisis social y económico. Claro que no atribuye el fenómeno a un conjunto de malas intenciones individuales, sino al debilitamiento de los lazos de solidaridad que solían sostener un “modelo de integración” que parece acabado, en el mundo desarrollado y fuera de él. Dubet subraya un cambio de época: la solidaridad ya no es un elemento permanente del sistema social, sino “una producción continua, resultado de las acciones individuales y las políticas públicas”. Empiezo por devolverle la pregunta del título de su libro: ¿por qué preferimos la desigualdad? Entre los años 1900 y 1980, las desigualdades sociales se redujeron fuertemente en las sociedades industriales desarrolladas. Hoy, la tendencia se ha revertido y las desigualdades sociales se incrementan. Quisiera demostrar que este retorno de las desigualdades no es solo un efecto mecánico de las mutaciones del capitalismo, sino que también responde al hecho de que los individuos ya no eligen la igualdad social. Mi hipótesis es que la elección de la igualdad o, más modestamente, de la reducción de las desigualdades, descansa sobre los lazos y los sentimientos de solidaridad, que hoy están en declive, y de cierta manera no queremos más “pagar por los otros”. Nuestro apego formal al principio de igualdad no se transforma en deseo de igualdad social cuando elegimos una escuela privada, los barrios socialmente homogéneos, la seguridad privada, cuando nos quejamos contra los impuestos, cuando excluimos a los nuevos migrantes. ¿Cómo podemos adaptar la idea de igualdad a la diversidad de las personas y sus condiciones de vida y valores, cosas que tendemos a valorar positivamente hoy? La igualdad no es igualitarismo. La igualdad social consiste en hacer que los ciudadanos de una misma sociedad dispongan de condiciones de vida suficientemente próximas para que tengan el sentimiento de vivir en el mismo mundo y ser solidarios y dependientes los unos de los otros. En rigor, aceptamos las desigualdades sociales mientras no amenacen el sentimiento que tenemos de ser fundamentalmente iguales a pesar de nuestras diferencias y a pesar de las desigualdades “naturales” entre los individuos. Diversas investigaciones muestran que los individuos consideran que una sociedad en la que el 10 por ciento más rico fuera tres veces más rico que el 10 por ciento más pobre sería una sociedad con desigualdades sociales “justas” y aceptables. Algunos de sus colegas argumentan que la desigualdad se ha vuelto insuficiente para describir el mundo contemporáneo. ¿Coincide? Es verdad que hoy las desigualdades sociales explotan en los dos extremos de la estructura social: los súper ricos de un lado, los excluidos del otro. Pero eso no significa que todo el resto de la sociedad sea una vasta clase media homogénea. A decir verdad, denunciamos las grandes desigualdades, aquellas de las oligarquías súper ricas y de los excluidos súper pobres, y tenemos razón en hacerlo. Pero en lo que respecta al resto, defendemos las pequeñas desigualdades que nos son favorables y, con frecuencia, pensamos que solo los muy ricos deberían pagar y también que los muy pobres no merecen siempre recibir asistencia porque son “clases peligrosas”. En verdad, la noción de desigualdad sigue siendo fundamental porque las personas actúan en función de pequeñas desigualdades que nos afectan directamente. Con frecuencia denunciamos las desigualdades grandes para justificar mejor las pequeñas desigualdades que nos son favorables. ¿Podría darme un ejemplo de esas “pequeñas desigualdades”? El ejemplo en el que pienso es el de la escuela. Cuando elegimos defender las “pequeñas desigualdades” entre las escuelas, producimos, a pesar nuestro, grandes desigualdades escolares en términos de trayectorias escolares y ellas producen grandes desigualdades en términos de ganancias. El mecanismo es el mismo para las desigualdades de la atención de la salud entre los grupos sociales. Con...

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