Nochebuena - 22 de Diciembre de 2015 - El Tiempo - Noticias - VLEX 590205026

Nochebuena

–De manera que ya no había. A estas horas, 18 de diciembre, qué iba a encontrar. Ni que las hubiéramos encargado –madre hablaba con preocupación pero su mirada no me reclamaba nada–. Y donde Enelia, ¿tampoco había? Donde los Figueroa, donde… –En ninguna parte, mamá. Ni aquí donde los pastusos, que no hacen Nochebuena –la interrumpí. Ella detuvo las palabras en la boca y me dejó en la cara sus ojos de Y ahora qué hacemos, ¿ah? –Desde finales de noviembre le dije a su papá: No se olvide que ya se acerca el 24. Encargue las brevas. Para el 8, el día de la Virgen, le recordé. Hace una semana, le volví a recordar. Pero con decir que él no está para “esas pendejadas”, arreglo todo. Su papá… –De alguna manera las conseguimos. O, en último caso, nos conformamos con el dulce de Higuillo y cascos de limón verde –la interrumpí otra vez. Si la dejaba seguir, antes de que terminara la frase, ya tendría la boca repleta de hiel y lo más seguro era que terminara regañándome, pues siempre que ellos peleaban, como no podían destrozarse mutuamente hasta desaparecer devorado por el otro uno de los dos, nosotros, los hijos, éramos los que pagábamos el pato de esa ira tan alta que no nos pertenecía ni nos debía tocar pero que casi siempre nos quemaba con sus salpicaduras de fuego. Creo que la interrumpí a buena hora. Sin embargo, alcanzó a decir muy alterada: –No ve más que sus malditas cañas. Como si no necesitáramos que Dios nazca cada año y hay que hacerle su Nochebuena. No esté lista y entonces sí no quiere dejar de tragar. Cogió la escoba con la que barría el corredor y, repentinamente olvidada de su labor, se metió con ella en la cocina. –Voy donde Miguel. Puede que nos regalen algunas pepas del dulce de ellos. O, al menos, unas hojas. Como para el sabor. Ya vengo –le dije fuerte, para que la voz alcanzara hasta la cocina y se sobrepusiera a un mediano escándalo de ollas que se había armado dentro y que me llagaba limpio y angustioso hasta el oído. Al cruzar por el guayabal, pensé. Qué bueno que todas estas pepas, las amarillas y las verdes, sobre todo las verdes, fueran brevas. Mamá no tendría chance de estar lanzándole culpas a papá. Ni papá, de estar anteponiendo sus cañas a los deseos de mamá. Tanta caña, tanta panela, tanto dulce como hay en esta finca... Pero ellos es como si en vez de boca tuvieran un volcán en constante erupción de hiel y no desperdician un solo momento para estar intercambiándose la sustancia amarga. Mis hermanos se han armado de...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR