‘Nuestro error fue no darles crédito a las ofensas y amenazas’ - 30 de Mayo de 2015 - El Tiempo - Noticias - VLEX 571381378

‘Nuestro error fue no darles crédito a las ofensas y amenazas’

“Vi sus uñas desgastadas. Sentí tanto dolor. Marlén había luchado por su vida hasta el final”.

Carol Malaver Redactora de EL TIEMPO María Nusbina Páez recuerda la escena con claridad, sus ojos se pierden con rabia en ese instante de su vida: rociaba con agua bendita la cabeza del niño que treinta y tres años después asesinaría a su hija. Todo –el comienzo y el final de esta historia– ocurrió en el barrio Mochuelo, en Ciudad Bolívar, una comunidad que todavía tiene olor a pueblo. “Mi esposo y yo fuimos los padrinos de bautizo de Luis Hernando Camargo. Lo hicimos por caridad. Sus padres pasaban por un mal momento y me dio tristeza con el chinito. Cómo iba a saber que estaba bendiciendo al mismísimo demonio”, dice esta madre, que llora sobre su cama un año después del crimen que le quitó a su hija Marlén Cangrejo Páez. También recuerda los días en los que sus cinco hijos veían a Luis Hernando jugar con las chivas y las gallinas en la finca de su esposo, hasta que un día, simplemente, se fue. Tendría unos 6 años. Volvieron a saber de él casi tres décadas después. “Sus familiares nos contaron que estaba en la cárcel de Santa Rosa de Viterbo (Boyacá). Lo habían encerrado por matar a su esposa. La encontró en la cama con otro hombre”, cuenta Nusbina. No entendieron la magnitud de la acusación; en cambio, pensaron que si el ahijado necesitaba ayuda, había que auxiliarlo. “Por acá esa figura pesa, ¿me entiende? Es como una promesa de vida”, agrega. Ella y Marlén lo visitaron en la cárcel. Era un hombre diferente. De baja estatura, 1,57 m, palabras cálidas, entrador. “En ese momento, empezó a hablarse con mi hermana. Se volvieron amigos, quizás porque ella se había separado temporalmente de su esposo y se sentía sola”, dice Sixta, hermana menor de Marlén. Fue tanto el deseo de ayudarlo que hasta le regalaron un teléfono celular para que pudiera comunicarse desde la cárcel; le dieron ropa, comida, elementos de aseo, dinero. Ese fue el preludio de una relación obsesiva que comenzó con llamadas insistentes de Luis Hernando. “Buscaba todo el tiempo a Marlén. A ella le daba como pesar y le contestaba. Pero cuando comenzaron a darle salidas temporales del penal todo empeoró”, cuenta Sixta. Aunque el preso solo tenía permiso para desplazarse a Facatativá, y supuestamente lo controlaban con un chip de seguimiento, lograba llegar hasta el casco urbano, al barrio Mochuelo Alto, sin ningún problema. Sus comportamientos eran extraños. “Una vez se quedó dormido...

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