Odio a Botero: ‘el cadáver que despertó en la autopsia’ - 14 de Diciembre de 2017 - El Tiempo - Noticias - VLEX 698956317

Odio a Botero: ‘el cadáver que despertó en la autopsia’

El rock y el punk tienen casi como obligación indagar sobre el país y la sociedad, el proceso de paz, Odebrecht, pero ningún grupo ha tapado ese hueco”.

SANTIAGO CEMBRANO - EL TIEMPO @scembrano

A principios del 2017, dos años después de que Odio a Botero había ‘colgado los guayos’, unos cineastas les propusieron hacer un documental sobre su historia y su fin. Esta ‘necropsia’, como la llama René Segura, vocalista de la banda, fue la que hizo que el cadáver volviera a la vida. El icónico grupo de punk y rock bogotano había anunciado su retiro en el 2009, según dicen, por amenazas y “motivos de fuerza mayor”. Intentaron volver al ruedo con la ‘Gira por el País más Feliz del Mundo’ en el 2014 y el 2015, pero sintieron que las condiciones no eran favorables. “La gente se había acostumbrado a que no existía Odio a Botero”, recuerda Segura. Tenían una deuda con su público y con ellos mismos, que pagaron con el álbum Bardo, el tercero de estudio (que estrenaron hace unas semanas), compuesto por canciones como Montando gorilas, 255 Pasajeros y Una sola porción, que ya tenían escritas desde el 2013. Las habían tocado en la gira accidentada, pero nunca las habían grabado. Esta vez, cuando intentaron volver, el viento sí soplaba a su favor: Intolerancia Récords, una disquera mexicana, los contactó para prensar el álbum, y volvieron a entrar en escena. “Dice (el presidente) Juan Manuel Santos que solo los imbéciles no cambian de opinión cuando las circunstancias cambian. Dijimos que no íbamos a volver, pero la situación cambió, y aquí estamos: genuinos, como siempre”, manifiesta Segura. “En el proceso de documentar a Odio a Botero como muerto, revivimos. Eso es muy Odio a Botero: cuando nos intentan definir, nos vamos por otro lado. Nos intentaron atrapar, y nos escapamos. Muy irónico y absurdo. Nos levantamos en la mitad de la autopsia”, añade. Ese escape constante de las etiquetas y los sellos devino en Bardo, un concepto budista que representa la incertidumbre y lo inatrapable. “La vida nos puso en este estado intermedio, que es mucho más completo que cualquiera de los dos lados radicales”, cuenta Segura. “Es un gris indeterminado que me gusta. No se puede definir a Odio a Botero, o su género. Las etiquetas matan; estamos entre el vivo y el muerto, entre el rock y el punk, entre lo político y la broma. Queremos ser...

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