La odisea de madre y tres hijos perdidos en la selva amazónica - 28 de Enero de 2020 - El Tiempo - Noticias - VLEX 839608938

La odisea de madre y tres hijos perdidos en la selva amazónica

CRISTIAN ÁVILA JIMÉNEZ -REDACTOR DE NACIÓN @cristian_avila4Ahí estaban, de noche y con un torrencial aguacero. La maleza y los árboles gigantes de la Amazonia colombiana los cubrían por completo, y no había grito alguno que llegara a oídos de alguien. María Oliva Pérez y sus tres hijos estaban perdidos en terrenos desconocidos, sin saber qué hacer o para dónde coger. No lo sabían aún, pero esta selva -hábitat de 77 especies de anfibios y reptiles y 38 especies de mamíferos, entre muchos otros animales- ya se los había devorado. Ese domingo 15 de diciembre. María Pérez, una caqueteña radicada con su familia en Puerto Leguízamo, en Putumayo, había tomado camino hacia la finca donde laboraba su esposo, Andrés Parra, en la vereda Bellavista. Durante el día sabía bien por dónde cruzar la extensa montaña, por la que caminaron unos 90 minutos hasta llegar a la finca. El retorno lo comenzaron hacia las 5 de la tarde, cuando todavía había luz, pero oscureció y se perdieron del camino que los retornaría a casa. En su andar, María y sus hijos, de 14, 12 y 10 años (dos niñas y un niño), tomaron el camino equivocado y no les quedó de otra que pasar esa noche abrazados debajo de un árbol hasta quedar dormidos con la esperanza de retomar la trocha correcta al otro día. Pero ese sendero nunca lo hallaron, aunque caminaron todo el día siguiente. "Yo les decía que tranquilos, que mi Dios era grande, que Dios nos va a cuidar", cuenta María. En los primeros cinco días no se atrevieron a comer nada, solo bebían agua de las quebradas que encontraron en su paso, y ya las fuerzas empezaban a flaquear ante la ausencia de alimentos. Al tiempo, Andrés, desesperado por no tener noticias de su familia y conocer que no habían llegado al hogar que habitaban en Puerto Leguízamo, abandonó su trabajo en la finca para buscarlos. En su denuncia, del 19 de diciembre del 2019, manifestó que desconocía los paraderos de sus seres queridos desde hacía cinco días. La primera en flaquear fue precisamente María Oliva, a quien unas llagas le empezaron a salir en las piernas y axilas, y una fuerte fiebre también la hacía tambalear. En los días siguientes empezaron a consumir semillas que hallaban en el camino, era lo único que encontraban en la selva, y su sabor era dulce. "No me gustaban las pepas, pensé que podrían ser venenosas. Si los niños se las comían y yo no, yo quedaba viva y los niños, muertos. Esa posibilidad era como morir en vida, por eso también comía", dice la mujer...

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