‘Perdonar no es de cobardes, sino de valientes’ - 27 de Agosto de 2014 - El Tiempo - Noticias - VLEX 525647762

‘Perdonar no es de cobardes, sino de valientes’

En 1984, Jaime Hill contactó a un sicario para mandar matar a Joaquín Villalobos y a Ana Guadalupe Martínez, del ERP.

Diego Arias* Especial para EL TIEMPO Estuvo recientemente en Colombia como invitado especial del Encuentro Nacional de Víctimas, realizado en Cali. Su nombre es Jaime Hill Argüelles, uno de los mas importantes empresarios salvadoreños. Graduado en Economía en la Universidad de Pensilvania en 1960, a partir de allí vivió sumergido por entero en el mundo de los negocios. Proveniente de una familia dedicada a la producción y exportación de café, incursionó en otros múltiples negocios, que le trajeron aún más fortuna y reconocimiento. Hizo parte de lo que la izquierda revolucionaria había definido como el grupo de las “14 familias oligárquicas dueñas de El Salvador”, contra las cuales la guerrilla realizó diversas acciones, incluyendo atentados y secuestros. En 1979 fue tomado cautivo por la más importante de las guerrillas (Ejército Revolucionario del Pueblo - Erp) que componían el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Pero, aunque este secuestro no fue el único de su tipo, su desenlace posterior sí lo hace excepcional. El secuestro “El secuestro fue un día 31 de Julio de 1979. Estaba yo tranquilo trabajando en mi oficina cuando oí unos disparos, y pensé que era la policía persiguiendo algún delincuente. Los guerrilleros, que entraron a nuestras oficinas vestidos con uniformes de la fuerza pública, cubiertas las cabezas con pasamontañas y armados de fusiles, tumbaron las puertas de hierro que teníamos, me ubicaron y me desarmaron. Me colocaron una capucha y me esposaron”, cuenta don Jaime. Luego de que asesinaran a su conductor, fue conducido durante tres horas hacia un sitio que él presumió montañoso y en el que, en un pequeño cuarto de solo 2 metros cuadrados, habría de pasar cuatro meses secuestrado que cambiaron su vida para siempre. No tiene reparos en aceptar que no sufrió maltrato físico en cautiverio, pero con dolor recuerda el sufrimiento emocional y psicológico al que estuvo sometido bajo la presión de ser asesinado si no se aceptaban las condiciones de sus captores. Un momento excepcional le permitió ver en televisión a su esposa solicitando que no lo mataran, lo que, según cuenta, llevó a los jefes guerrilleros a convenir otros términos y tiempos para su posible liberación. La exigencia inicial era la del pago de 5 millones de dólares, pero el nuevo acuerdo estableció también la publicación, en...

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