Perlas, nubes y teología: los curiosos apodos de las ciudades colombianas - 22 de Enero de 2016 - El Tiempo - Noticias - VLEX 592109546

Perlas, nubes y teología: los curiosos apodos de las ciudades colombianas

Una de las tradiciones más simpáticas de Colombia es la de ponerle apodo a cuanto pueblo hay en el país. Lo curioso es que casi todos –incluyendo las grandes ciudades– se llaman la perla de algo o la capital de alguna cosa: del río o del cerro, de la montaña o del mar, del calor o del frío, de la guayaba o del arroz, de la lluvia o del sol. Sin embargo, por muy típica que nos parezca, esa costumbre no es colombiana, ni mucho menos. Es universal. Baste por ahora con recordar que a Nueva York le dicen la Gran Manzana, a México la llaman la ciudad de los Palacios y Roma, que fue capital del imperio más poderoso que ha visto el mundo, es considerada la ciudad Eterna. Lo que pasa, eso sí, es que los colombianos le hemos cogido tanta confianza a esa tradición que ya casi no queda en este país pueblo alguno que no tenga su sobrenombre. Lo pregonan orgullosamente, en letreros gigantescos, a la entrada del caserío: “Bienvenidos a Mango Verde, capital de la arepa cuadrada”. Rastreando en la historia de la humanidad, y según los indicios más confiables que he podido encontrar, parece que ese hábito es tan viejo que nació en el siglo XI, durante el apogeo del cristianismo, cuando estaba empezando la primera cruzada. Marchaban hacia el Oriente las tropas europeas, mezcla de guerra y peregrinación, en las que se revolvían predicadores con lanceros, cuyo propósito era liberar a sangre y fuego los lugares sagrados que habían caído en poder del imperio otomano. (Han pasado mil años y todavía seguimos en esas: en París los musulmanes acaban de hacer exactamente lo mismo, pero al contrario.) Al llegar a las afueras de Jerusalén, los cruzados cayeron de rodillas, maravillados, y la llamaron ciudad Santa. Así se quedó para siempre. La ciudad Luz Ya que la menciono, me imagino que ustedes, como me pasaba a mí, siguen creyendo que a París le pusieron la ciudad Luz como un merecido agradecimiento por la herencia que nos dejó en materias intelectuales, artísticas, filosóficas, por alumbrarnos espiritualmente a través de la cultura. Nada de eso: el motivo es mucho más vulgar y menos romántico. Es casi cómico. La llaman así porque fue la primera ciudad europea que tuvo alumbrado público. Desde la época del rey Luis XVI en París encendían al anochecer las farolas de gas. Las apagaban al despuntar el día. Viajemos ahora a Rusia. En 1941, en plena barbarie de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de la Unión Soviética otorgó el título de ‘ciudad heroica’ a aquellos...

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