Los perros de Anita buscan quien los adopte tras su partida - 14 de Septiembre de 2019 - El Tiempo - Noticias - VLEX 811483313

Los perros de Anita buscan quien los adopte tras su partida

Carol Malaver- Subeditora Bogotácarmal@eltiempo.com@CarolMalaverCuando Ana Gloria Hernández Barrera era una niña, su padre le ordenaba llevar a las crías de los perros callejeros a ahogarlos en la orilla del río. Ella los cargaba en sus pequeños brazos, los conducía hasta el lugar pero, al final, conmovida por sus tiernas miradas, terminaba por liberarlos. Los cachorros volvían a la finca, y en ese momento su padre terminaba por cobrarle a regaños su desobediencia y mandando a uno de sus hermanos a culminar la tarea. Eso la torturaba. El amor por los animales fue innato. Luz Fanny Escobar Hernández, recorriendo la casa de Guatavita en donde su madre vivió los últimos días de su vida, nos contó la historia de Anita, la mujer que se quitaba el pan de la boca para alimentar a todo ser viviente. Nació en Iza (Boyacá), pero desde muy niña vivió en Bogotá. "Su vida fue difícil. Mi mamá quedó huérfana muy chiquita, pues mi abuela Rosa murió cuando tenía 20 años". Anita creció en medio de una tropa de niños que nacieron de los matrimonios posteriores de su padre hasta que se cansó y terminó migrando a la capital gracias a la ayuda de sus hermanos. En su adultez se casó y tuvo tres hijos, a quienes les dedicó con amor su juventud. "Pero mis padres se separaron cuando éramos muy niños. Ese fue un golpe durísimo para la familia. Mi padre se llevó a mi hermano, y nosotras, sus dos hijas, quedamos bajo su cuidado". Anita las sostenía gracias a su trabajo como modista. De día y de noche ese fue su oficio. Cultivó clientes fieles durante años. "Ella era perfeccionista. Hacía cortes, diseñaba, cortaba. Cosía hasta altas horas de la noche en la casa. Era corajuda, audaz para sacarnos adelante, quería vernos en buenos colegios". Ya cuando sus hijos tenían la edad suficiente para defenderse, ella pudo dedicarse a lo que siempre le había gustado: servirles a los demás y en especial, a los animales. "Siempre recordamos a mi mamá como alguien muy solidario. Le preocupaban mucho los menores". De hecho, era de las que recogían a niños de la calle. Cuando se ganaba su confianza, los trataba de ingresar a las escuelas de la zona y a otros los llevó con el padre Javier de Nicoló para que se rehabilitaran. La sensibilidad de Anita era superior. Solía hablarles a las plantas y en su casa siempre hubo patos, perros y gatos. Todo ese pasado de amor por la naturaleza hizo que, saliendo de la etapa de crianza, terminara vinculada a la Asociación Defensora de Animales (ADA)...

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