Ponencia para primer debate al proyecto de ley 110 de 2001 cámara - 11 de Diciembre de 2001 - Gaceta del Congreso - Legislación - VLEX 451253338

Ponencia para primer debate al proyecto de ley 110 de 2001 cámara

PONENCIA PARA PRIMER DEBATE AL PROYECTO DE LEY 110 DE 2001 CÁMARA. por la cual se establece el Reglamento Nacional Taurino.

Antecedentes históricos

La tradición taurina de Colombia se remonta a 1543, año en el que llegaron en las naves del Conquistador Alonso Luis De Lugo, los primeros vacunos a la Santa Fe que cumplía cincuenta años de fundada y que ya prometía ser una de las ciudades más importantes de la colonia. Animales que inmediatamente fueron adquiridos por acaudalados comerciantes a razón de mil pesos oro cada ejemplar. Es muy posible que durante ese mismo mes de 1543, en que llegaron los 70 ejemplares se haya celebrado la primera corrida de toros al estilo español, que entonces era el caballeresco, pero las primeras noticias exactas que se tienen datan de 1590 año en que un tendero de la vieja ciudad capital estuvo a punto de ser víctima de uno de los toros que lidiaban en la plaza mayor.

En esta plaza mayor que hoy se llama de Bolívar, tenían lugar los festejos de mayor enjundia para la cual se cercaban las esquinas y se levantaban palcos en donde debían situarse los concurrentes, pero también se corrían toros con mucha frecuencia en las plazas de barrio y hasta en las calles públicas.

Sólo se celebraban fiestas taurinas en fecha de regocijo público, cuando se trataba de festejar la llegada de algún nuevo virrey, de un Presidente de la real audiencia o de conmemorar el onomástico de los soberanos españoles o acontecimientos similares, pero cuando se decretaban solían durar varios días consecutivos y revestir excepcional importancia en mayor parte de los casos, cuidándose los organizadores de que estuvieran presentes y situados en lugares privilegiados las altas personalidades y las familias principales.

Los toros se lidiaban enamorados, es decir, manejados por medio de un rejón o cuerda de cuero con el que se enlazaba por los cuernos para que los gobernara un especialista en la tarea que regularmente era un vaquero de la sabana valeroso y fornido y, que como orejón lo conocía el pueblo.

Por primera vez en las fiestas que se hicieron en 1547, para conmemorar la coronación de Fernando VI, se prescindió del rejo lidiándose sueltos los toros, con la complacencia de los concurrentes.

No siempre tuvieron las corridas de toros, la venía eclesiástica y civil, esta última estaba sometida a la voluntad de los monarcas iberos y naturalmente hubo de sufrir la fiesta brava persecuciones e interrupciones sin cuento. Al Presidente Diego Córdoba Lasso de Vega, por ejemplo le toco derogar una prohibición eclesiástica que las condenaba, exactamente al año de su llegada. 1708 las tradiciones que se celebraban el día 22, 23 y 25 de Junio, no pudieron realizarse en 1753 por disposición del Virrey José Alfonso Pizarro, Márquez de Villar. Menos mal que en Noviembre del mismo año el mandatario hizo entrega de su bastón con esa histórica frase de ¿Demasiado largo para mi, pero demasiado corto para voz¿ al ilustrísimo José Solís de Cardona, Mariscal de campo de los reales ejércitos, hijo de los duques de Montellano y hermano del Arzobispo de Sevilla, de carácter alegre y juvenil y que no sólo decreto festejos con toros por su llegada, sino que más tarde organizo otros lujosísimos cuando fue exaltado a Cardenal su hermano, el Arzobispo.

Dicen los historiadores que las corridas de toros durante el periodo de Solís, cuyo corazón habría de recibir una cornada mortal de la primera de las amantes de leyenda con que cuenta la historia de Colombia, ¿La marichuela¿, tuvieron un lujo desacostumbrado y llegaron a ejecutarse nuevas suertes en algunas de ellas, como picar los toros con lanza. Todo hace suponer que la prohibición de que fue objeto la fiesta brava por parte del monarca Carlos III no tuvo o lo tuvo muy tardíamente, cumplimiento en Santa Fe de Bogotá, y eso en una forma parcial por las aficiones incontrolables de Messia de La Zerda ya que para celebrar la jura del antitaurino rey precisamente, en 1759, se dieron corridas y las hubo en los años siguientes hasta 1762, no sólo para celebrar el onomástico del monarca sino para recibir al nuevo Virrey Messia de la Zerda. Que bien se merecía un saludo taurino.

No sólo por la tibieza con que cumplió las órdenes de su soberano se nota que Messia de la Zerda no compartía la fobia de Carlos III en lo referente a la fiesta brava, sino que además redacto con magnífico estilo, límpido cuidadoso y agradable, al decir de los que han tenido ocasión de apreciarlo, un discurso sobre la caballería del torear, que lo acredita como uno de los más antiguos revisteros, no ya del país sino del mundo entero, y todo indica además, que aunque el Virrey rindió público acatamiento a la pragmática condenatoria del monarca español, siguió celebrando corridas de toros en su casa de campo donde es fama que tenía efectos opulentos y de fiestas sociales con la participación de los miembros más prominentes de la sociedad colonial, muchos de los cuales gustaban hacer gala de sus habilidades toreras en los campos señalados para ello por el dueño de la casa.

Inmediatamente quedo sin vigencia por motivo de la muerte de este, la prohibición de Carlos III, y volvieron a efectuarse corridas de toros en la plaza mayor. Y en 1789 los Santafereños conmemoraron jubilosamente la coronación de Carlos IV con su espectáculo favorito, anotándose como curiosidad que en estas corridas los toreadores vistieron los trajes de los monigotes que sacaban en las procesiones del corpus.

Siempre preocupado por el mejoramiento de la fiesta que le entusiasmaba, el Virrey de la Zerda suprimió la lidia de los toros con rejón y desde entonces cobró mayor importancia y lucidez el toro colonial.

La revolución libertadora de 1810 no obstó para que se dieran toros, en el mismo mes de Julio y aún se siguieran celebrando regularmente hasta 1816 en que el pacificador Pablo Morillo, ordenó una el 30 de mayo, fecha de su cumpleaños.

Durante la República el espectáculo popular taurino se reanudó en forma por demás magnífica al decir de los cronistas de la época, el más importante de los cuales, José María Cordobés Maure, dedica un capítulo entero en su obra ¿Reminiscencia de Santa Fe Bogotá¿, el más preciado documento que existe sobre los usos, costumbres y sucedidos de aquel tiempo, de los primeros diestros que actuaron con trajes de luces.

Dice Cordobés Maure que antes de 1846, las corridas de toros se organizaban en todos los barrios de la ciudad, comenzando por el de las nieves y terminando por el de san Victorino, hasta que el gobierno implantó la costumbre de celebrar con todo lujo el día clásico de la independencia 20 de Julio con una serie de diversiones en las que se incluía preferentemente, como es de suponer, las de las corridas de toros en la plaza mayor. Estos espectáculos taurinos tenían lugar con toda la pompa en número de nueve a partir del 21 de Julio y cuando la ciudad se hallaba en el estado más febril, pues la noticia de las celebraciones patrias se desparramaban por los lugares cercanos y los hoteles se atestaban de forasteros, de negociantes y de toda clase de personas que venían de las poblaciones con ánimo de tomar parte activa o simplemente de asistir a ellas. Una oscuridad casi completa existen en torno a estos tiempos prehistóricos de la tauromaquia nacional, de cuyos sucesos, como se habrá tenido ocasión de observar por lo anterior, apenas si se salvan algunas generalidades y unos cuantos nombres propios, como los del Torero Manuel Sotelo...

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