Premio Nacional de Paz para 123 familias campesinas - 13 de Noviembre de 2013 - El Tiempo - Noticias - VLEX 475404014

Premio Nacional de Paz para 123 familias campesinas

Leonardo Herrera Delghams Corresponsal de EL TIEMPO Corregimiento de Buenos Aires, municipio El Peñón (sur del Bolívar). Debajo de la camisa raída por eternas jornadas en el campo, Misael Payares Guerrero lleva puesto un chaleco antibalas, de unos 5 kilos de peso, que se coloca todas las mañanas antes de cruzarse la mochila y cargarse el machete al cinto para irse a trabajar a la hacienda Las Pavas, donde hace más de 20 años libra una lucha de resistencia por esta tierra. Es un campesino de 66 años, de mirada triste, piel curtida, manos grandes y fuertes, que agita al responder sin titubeos: “¿Que si me siento seguro con este chaleco? Mis enemigos me han advertido que no me apuntan al pecho sino a la cabeza”. No es la única protección de Misael. Anda con tres guardaespaldas, asignados por la Unidad Nacional de Protección, con los que se va todos los días a Las Pavas, a unos 30 minutos de su casa, en el corregimiento de Buenos Aires, municipio de El Peñón, sur del Bolívar. También le dieron un carro, sin blindaje, que cuando llueve no puede usar porque se queda en la trocha. Entonces, le toca andar a caballo, en mula o caminar una hora, con su seguridad personal, por estos caminos solitarios por donde la violencia se ha asomado tantas veces. Quienes viven en Buenos Aires libran su lucha por la tenencia de unos predios, que por décadas se los han apropiado en forma ilegal narcotraficantes y paramilitares del Bloque Central Bolívar y, más recientemente, empresas palmeras. Buenos Aires tiene 1.200 habitantes, 165 casas (de madera y techos de zinc), cuatro calles polvorientas, cinco iglesias (una católica y cuatro cristianas), tres tiendas y un colegio, con 380 estudiantes. No hay acueducto ni alcantarillado y la gente se baña, se lava los dientes y cocina con agua del caño El Papayal, un brazo del río Magdalena. Desde hace más de dos décadas está pidiendo un pedazo de tierra para sembrar. “Los invasores son otros”, explica con rabia Misael, uno de los líderes de la Asociación de Campesinos de Buenos Aires (Asocab), organización que desde 1998 está conformada por 123 familias, para promover la paz y la resistencia pacífica, a pesar de las amenazas, el desplazamiento y las agresiones esgrimidas tanto por bandas criminales como por la empresa privada. Misael cuenta que esta hacienda, de 2.600 hectáreas, antes de ser Las Pavas, se llamó Los Rastrojos, propiedad de su abuelo Francisco López y otros campesinos que, a mediados del siglo pasado, no...

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