Prólogo II - La violencia obstétrica - Libros y Revistas - VLEX 940128612

Prólogo II

AutorDanna Carolina Rivera León
Páginas15-17
Prologo II
No logro recordar exactamente cuántos partos he asistido en mi
vida profesional, pero sí recuerdo, perfectamente, como fue el primero:
Aún estaba en mi formación universitaria, por supuesto estaba
siendo supervisado por mi profesora, una ginecobstetra de mediana
edad. En la mesa de parto, que es probablemente uno de los lugares
más incómodos del mundo para estar tumbado de espaldas y con
dolores insoportables, estaba la paciente: embarazo a térmi no, pelvis
previamente probada, un bebé no muy grande, tampoco bajo de peso,
en resumen, condiciones adecuadas para afrontar un parto vaginal.
Yo entré a la sala de partos cuando el residente de la especialidad le
realizaba un tacto vaginal, posiblemente el número ochenta, en lo que
llevaba en labor. “Está completa, pásenla”, fueron sus palabras. En la
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del bebé. Lo que siguió después fue una de las escenas más difíciles
de describir que he vivido. El dolor producido por la contracción del
útero, que en la fase expulsiva del trabajo de parto se hace más intenso
y frecuente, sumado a el dolor de, literalmente, sentir que se abre la
pelvis desde dentro, está catalogado como uno de los tres dolores más
fuertes que un ser humano puede llegar a sentir, si no es el más fuerte.
Y con ese dolor, de magnitudes incalculables, una mujer
semidesnuda, en un cuarto gélido por el aire acondicionado, a quien
habían tocado en ocasiones incontables sus partes íntimas, sin haber
recibido alimentos en más de 8 horas, preocupada por el bienestar de
su hijo que está a punto de nacer, debe pasar su propio cuerpo a una
mesa dura, fría, en la que debe poner sus piernas en unos estribos
metálicos para sostener una posición supremamente indigna, en donde
debe hacer un esfuerzo enorme por pujar un bebe de 3500 gramos
aproximadamente, y además de todo eso, debe soportar que unos
desconocidos le griten constantemente que debe hacer (porque sí,
la comunicación en el expulsivo del trabajo de parto es a los gritos).

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