Promesas de campaña - 19 de Marzo de 2018 - El Tiempo - Noticias - VLEX 706087513

Promesas de campaña

Enviadas a la escombrera nacional las suntuosas piezas de mármol en las que el señor Presidente había labrado su promesa de no aumentar los impuestos, para hacerles compañía a las otras placas fastuosas en las que juraba amor eterno a Uribe y se comprometía a respetar la voluntad de los ciudadanos en el mecanismo de ratificación de los acuerdos de paz, millones de colombianos, con toda razón, reciben con escepticismo las promesas de campaña. Es apenas explicable que en Colombia, donde la mentira está instalada en el ADN de la clase política, a la hora de sopesar propuestas de gobierno, la gente no crea en el país de las maravillas que pregonan los candidatos de toda procedencia y condición. Cuando ello ocurre, y está ocurriendo, transitamos por el peligroso camino de abandonar la valoración del futuro para quedarnos con el agravio del día o la ofensa de la semana en una batalla de improperios entre candidatura y candidatura. Se impone así la lógica del odio como motor de las campañas, y los intereses superiores del país pasan a segundo plano. Elegir al próximo presidente de Colombia en función del ranking de los odios nos conduce al abismo. Es claro: si el motor electoral se calibra dependiendo de establecer si más gente odia a Petro que a Uribe, o más odia a Vargas Lleras que a Fajardo, gane quien gane, Colombia será ingobernable. El colosal error de Santos y las Farc fue pretender validar los acuerdos de paz con un instrumento como el plebiscito, que por definición divide, rompe consensos, destruye lazos, anula convergencias, impide puntos de encuentro. Mil veces se lo advertimos. La consecuencia de su arrogante sordera salta a la vista, y estamos pagando un altísimo costo colectivo: después del plebiscito Colombia quedó más cargada de odios, más fragmentada, polarizada y dividida que antes. Por eso, seguirle apostando al odio como combustible de la movilización ciudadana es un despropósito. Es necesario retornar a un terreno de serenidad democrática donde podamos valorar con objetividad las propuestas de gobierno y de orientación del país que cada candidato está planteando. ¿Cómo...

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