‘Qué agradable era este país cuando solo robaban los ladrones’ - 16 de Noviembre de 2015 - El Tiempo - Noticias - VLEX 587314926

‘Qué agradable era este país cuando solo robaban los ladrones’

La corrupción está fuera de control y, sin embargo, nosotros la toleramos como si fuera la cosa más natural del mundo. Aquí la gente bloquea la entrada de un pueblo porque la carretera no sirve. Aquí arman un desfile por la principal avenida del barrio porque los vecinos llevan tres días sin señal de televisión. Pero aquí nadie se indigna ni protesta porque no hay justicia. Y la justicia es el más importante de todos los servicios públicos. Por amarga y triste que sea, la verdad escueta es que nos hemos acostumbrado a vivir entre la inmundicia, y a convivir con ella. Como en el tango de Discépolo, “cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón”, y en la Colombia de estos tiempos “da lo mismo ser derecho que traidor”. Las investigaciones internacionales más confiables confirman que Colombia es, según la percepción de sus propios habitantes, que llega ya al 79,6 por ciento, el segundo país más corrupto de América, de toda América, desde Alaska hasta la Patagonia. Solo nos supera Venezuela, con el 80 por ciento, lo cual significa que apenas nos separan cuarenta centésimas. Es tan vertiginosa la sensación ciudadana de que la inmoralidad nos está devorando que en el 2010 era del 56 por ciento, lo que significa que en solo cinco años aumentó un 23,6 por ciento. Según las respuestas que dan los propios colombianos, la corrupción es tan grave que le hace más daño al país que otras desgracias nacionales, como la violencia o el desempleo. Lo más inquietante es que, lejos de reducirse, cada día surgen nuevos escándalos, más preocupaciones, peores estrépitos, mayores vergüenzas. Para esta crónica escogí tres o cuatro casos de la última semana, antes de que sean sepultados por otros y nadie vuelva a acordarse de ellos, arropados por el olvido, que es lo más conveniente para los culpables. La electricidad En diciembre del 2006 el Gobierno decretó un tributo al consumo de energía eléctrica, llamado “Cargo por confiabilidad”. Desde entonces, hace nueve años, los usuarios han tenido que pagarlo obligatoriamente, cada mes, al cancelar su factura. Nos dijeron que esos fondos servirían para garantizar que, en caso de escasez de agua, como está ocurriendo ahora, pudiéramos contar con la capacidad suficiente para producir energía distinta a la hidráulica, con reservas de gas, carbón y líquidos derivados del petróleo. Como en este preciso momento el fenómeno del Niño se ha agravado, escasean las lluvias y nos anuncian nuevas alzas en las tarifas y probables...

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