Quizás recordarlo - 24 de Marzo de 2022 - El Tiempo - Noticias - VLEX 899197048

Quizás recordarlo

Ya se sabe: lo que en Colombia se suele llamar ‘La Violencia’, así en letras mayúsculas, fue una guerra civil no declarada entre los dos partidos políticos que hicieron la república y que también estuvieron a punto de destruirla, el Partido Conservador y el Partido Liberal. Casi tres décadas de un conflicto atroz y vesánico durante la primera mitad del siglo XX que hizo de nuestro país un vestigio y un reflejo de su propio siglo XIX. El punto de partida y las causas de ese conflicto se han estudiado hasta el cansancio y los miles de libros que se han escrito sobre él -no sé de verdad cuántos, son tantos que es imposible saberlo- constituyen ya todo un género literario e historiográfico, el de la violencia política en Colombia, un fenómeno tan particular que incluso ha convocado, como la miel a las abejas, a un sinnúmero de académicos extranjeros que se especializan en nuestra locura. Hay quienes dicen que la guerra fue aquí una especie de herencia genética: un sino trágico desde el principio hasta el final que no nos ha hecho conocer, como sociedad republicana y democrática, nada distinto. Hay quienes sostienen lo contrario y hasta calculan, en términos cuantitativos, los años de conflicto verdadero, no tantos como siempre se ha dicho, y todos los tramos de la historia en los que más bien imperaron la política y la paz. Entre ambas hipótesis, que por supuesto ofrecen toda clase de matices y variaciones, sobresale un rasgo que es anterior a la guerra misma y que desde la independencia sí la ha determinado y alimentado sin cesar. Ese rasgo es el del sectarismo: la vivencia de las ideas políticas como un hecho religioso y mesiánico -"la religión de partido", la llamaba Aníbal Galindo-; el fanatismo ciego y brutal en torno a los caudillos y sus banderas y obsesiones. Muchas o pocas, eternas o esporádicas, nuestras guerras han sido todas por el poder con un trasfondo aterrador, el de la supresión del contrario, su negación como un interlocutor válido y legítimo, aun dentro de...

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