La racionalidad imperialista en la monumental obra de James Mill - Núm. 24, Enero 2011 - Revista de Economía Institucional - Libros y Revistas - VLEX 846093096

La racionalidad imperialista en la monumental obra de James Mill

AutorHomero Cuevas Cuevas
CargoEconomista, Profesor Emérito de la Facultad de Economía de la Universidad Externado de Colombia, Bogotá, Colombia
Páginas193-236
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Homero Cuevas*
LA RACIONALIDAD IMPERIALISTA
EN LA MONUMENTAL OBRA
DE JAMES MILL
*
Economista, Profesor Emérito de la Facultad de Economía de la Universidad
Externado de Colombia, Bogotá, Colombia [chhcuevas@yahoo.com]. Fecha de
recepción: 25 de abril de 2011, fecha de modificación: 4 de mayo de 2011, fecha
de aceptación: 6 de mayo de 2011.
En otras ocasiones he expresado insatisfacción ante los preámbulos
que pretenden explicar el chiste. Pero la referencia a un contexto
parece inevitable en circunstancias como las del presente artículo.
Para empezar, constituye el tercero entre once capítulos de un libro
titulado La dominación internacional en el análisis económico, a punto
de ser terminado. En segundo lugar, su objetivo no es la historia, a
pesar de las apariencias y del título que cobija a los seis volúmenes
de la obra de James Mill sobre la dominación británica en la India
(e history of the British India, 1826). Su propósito es teórico, en la
medida en que extrae y explicita algunos elementos que estructuran
los procesos de dominación de las potencias capitalistas en la econo-
mía internacional. En este sentido, la obra de Mill, no obstante sus
defectos y prejuicios respecto de las valoraciones culturales, marcó un
hito y legó la base de las teorizaciones posteriores.
el lugar de la sociedad anónima
Los primeros documentos negociables en un mercado de acciones
fueron emitidos en 1606 por la Compañía Holandesa de las Indias
Orientales (VOC), incorporada en 1602. Entre sus motivaciones y
consecuencias sobresalían: a) la concentración de capital en una escala
inalcanzable por otros medios; b) la integración en un monopolio
de las compañías de Brabante, Rotterdam, Amsterdam y van Herre,
que previamente competían entre sí; c) el reemplazo de la monarquía
hispano-lusitana en la determinación mayorista de los precios de las
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Homero Cuevas
especias; d) la asunción comercial de funciones diplomáticas, judiciales
y militares, por delegación ocial, para la seguridad en ultramar, la
destrucción de competidores, la apropiación de tesoros, la apertura
de mercados y para garantizar las condiciones externas exigidas por
el monopolio; e) la ampliación de la base de apoyo para tal empresa,
vinculando a miles de accionistas y suscriptores de bonos, a las cámaras
regionales de comercio con sus socios, a las autoridades como directo-
res y a ochenta mil empleados entre marinos (25%), militares (12,5%) y
civiles; f) mientras que la tasa de interés caía por debajo del 4%, según
algunas estimaciones la VOC obtuvo rentabilidades anuales del 70%
algunas veces y del 18% en promedio durante doscientos años, hasta
su liquidación bajo el peso de una deuda que al nal asumió el Estado
(Tschöpe, 2008); g) la socialización de tales excedentes mediante el
gasto, sin destacar por el momento las ganancias individuales de los
empleados, por fuera de los libros de la compañía.
Los comerciantes de los Países Bajos habían sido distribuidores
para el Norte de Europa de las especias orientales monopolizadas
por los portugueses con la ruta marítima abierta por Vasco de Gama
en 1498. Pero en 1591 se les suspendió tal licencia, entre las secuelas
de su independencia del Imperio Español. Desde 1595 iniciaron su
propio comercio mayorista con el Oriente, desplazando poco a poco
a los portugueses mediante mayor eciencia y acciones de fuerza.
También en 1591, comerciantes ingleses enviaron una expedición,
más en misión de piratería contra los portugueses que comercial, se-
gún Mill, aunque con resultados desastrosos. Pero al nalizar 1600,
una asociación conocida como e Adventurers recibió de la Reina
Isabel licencia de incorporación bajo el nombre de “the Governor
and Company of Merchants of London, trading to the East Indies”,
con patente británica de monopolio comercial al oriente del Cabo de
Buena Esperanza y hasta el Estrecho de Magallanes.
Con 101 acciones y un comité de 24 directores, sería el origen de
la Compañía Inglesa de las Indias Orientales (CIIO). Sin embargo,
una parte de los titulares no realizó giros de capital; los restantes
agruparon sus inversiones en diversas compañías, como en los nego-
cios anteriores, aunque cubriéndose ahora con una misma patente; y
sólo en 1612 se decidió que empezara a funcionar en realidad como
una sociedad anónima.
Sobre este cambio, la observación de Mill es signicativa: “Si [la
situación previa] se adaptaba mejor o peor a la naturaleza del comer-
cio y a los intereses nacionales, en todo caso era menos favorable al
poder y a las inclinaciones de un gobernador [de la Compañía] y de
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sus directores que una sociedad anónima (joint-stock), la cual ponía en
sus manos la totalidad de la administración y del poder del conglome-
rado completo” (Mill, 1826, v. I, l ib. I, c ap. II). El “poder omnímodo”
de los directores de la VOC holandesa (Heckscher, 1931, 348) podía
encontrar así un reejo en la compañía inglesa.
Los cuatro viajes realizados entre 1613 y 1616 bajo la nueva
modalidad, con una ota de unos siete buques respaldados por casi
mil accionistas, arrojaron una rentabilidad del 87%, mientras que
fue el doble en los ocho viajes anteriores. Y hacia 1625 la Compañía
declaró su incapacidad para algunos gastos, un preocupante nivel de
endeudamiento y una caída en el valor de sus acciones. En 1654, “Las
dicultades nancieras de la Compañía eran enormes: sus distintas
divisiones adeudaban cincuenta mil libras [del momento]; y muchos
de sus propietarios estaban en difíciles circunstancias” (ibíd., cap. III).
En 1700 las acciones cayeron al 32% “de su valor” (ibíd., cap. V).
No sorprende, entonces, la reacción entre asociaciones de accionistas,
señalando el “carácter ineciente” de la sociedad anónima, solicitando
su disolución y un retorno a los “viajes separados con su gerencia par-
ticularizada, lo cual resultaría mucho más rentable, como demostraba
la prosperidad de las compañías privadas y abiertas, entre ellas las del
comercio con Turquía, Moscú y regiones aledañas” (ibíd., cap. III).
Por el contrario, los directores consideraban imprescindible la
fuerza de la sociedad anónima para competir con los poderosos por-
tugueses y holandeses, nanciar las enormes inversiones requeridas
por ese tráco, incluyendo ya en ese momento los establecimientos
(fuertes con bodegas) en al menos catorce principados, y dar credi-
bilidad a la escala de las garantías ofrecidas ante estos últimos. Es
más, dadas sus dicultades para atraer suscripciones frescas de capital,
solicitaban estímulos adicionales mediante nuevos privilegios y, “en
particular, asistencia suciente para recuperar [de los holandeses] y
retener las Islas de las Especias” (ibíd.).
Esta dialéctica, que llegó a encarnarse en empresas alternativas
con licencia ocial, como la organizada por Endymion Porter con el
propio rey como accionista, como e Merchant Adventurers o como
recurrentes compañías separadas dentro de la original Merchants of
London, terminó en 1702, cuando todas las inversiones competidoras
quedaron efectivamente monopolizadas bajo “e United Company
of Merchants Trading to the East Indies” (ibíd., cap. V); a lo cual
añadía la Compañía sus facultades legales para procesar como piratas
y aplicarles la pena capital a los comerciantes independientes que se
atrevieran a competirle dentro de sus dominios patentados.

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