Ranciedad - 1 de Noviembre de 2019 - El Tiempo - Noticias - VLEX 821457041

Ranciedad

Y el lunes y el martes y el miércoles, cuando nos despertamos, el país viejo y sanguinario todavía estaba allí. Semana demostró que el asesinato del desmovilizado Dimar Torres sí fue la ejecución de una sentencia proferida por un coronel -sin ningún derecho y sin ninguna prueba- en un vengativo chat de WhatsApp. Se habló del beso espontáneo entre una pareja de lideresas como de una provocación a las buenas costumbres. Se condenó la masacre de la guardia indígena en Tacueyó porque en Colombia "condena" es sinónimo de "lamento". Y se dio a conocer la noticia de que el libro Dejad que los niños vengan en mí, en el que el periodista Juan Pablo Barrientos denuncia la pederastia en la Iglesia católica de acá, había sido censurado por orden de un juez promiscuo de San Rafael, Antioquia. De cierto modo, ha sido la semana de las perversiones colombianas de siempre, pues en aquel chat no solo se habla de matar como si se pudiera, como si hubiera regresado la época en la que los asesinos hallaban refugio en la causa de la patria, sino que de paso se renueva -y se justifica- el círculo vicioso de la desconfianza en este Estado roto, que sigue dando ciudadanos a los que les ofende mucho más la diversidad que la barbarie, ministros que niegan a muerte los desmanes de sus propios agentes, presidentes que, bienintencionados o no, condenan terminantemente la violencia impune mientras les llega la hora de pedirnos perdón por no haber sabido evitarla, y tecnócratas demasiado ocupados para explicarnos sus planes a largo plazo y demasiado resignados a apretar los cinturones de los contribuyentes hasta convertirlos en horcas. En la censura del juzgado de San Rafael, que ordenó "suspender la reproducción, comercialización y venta del libro llamado Dejad que los niños vengan a mí", y amenazó con acciones penales al autor si no entregaba sus fuentes en unas cuantas horas, también está presente el país viejo y opresivo que vive convencido de que las togas y los uniformes son fueros, y anda...

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