Antiguo 'raspachín' de coca ahora se dedica a erradicar esos cultivos - 9 de Julio de 2012 - El Tiempo - Noticias - VLEX 385261408

Antiguo 'raspachín' de coca ahora se dedica a erradicar esos cultivos

Miguel Ángel Sepúlveda no recuerda con exactitud la fecha en que armó maletas y con sus hijos y su esposa dejó La Tebaida (Quindío) para ir a raspar hoja de coca. Solo sabe que en 1999, cuando ocurrió el terremoto del Eje Cafetero, ya llevaba un par de años en Milán (Caquetá), a donde llegó siguiendo los pasos de su hermano para hacerse unos pesos.

Lo que sí está bien grabado en su memoria es que en la mañana del primero de junio del 2001 las Farc se llevaron al mayor de sus tres hijos, Dúber, de las calles del pueblo de San Antonio. Once años después, con la foto de su muchacho en la mano, Sepúlveda recuerda cómo la coca le dio la plata que tanto anhelaba, pero le arrebató a su hijo, de cuya suerte no tiene idea.

Este hombre, que ahora trabaja con los Grupos Móviles de Erradicación del Programa Presidencial contra los Cultivos Ilícitos, cuenta el principio y el fin de su pesadilla. Recuerda que lo primero que hizo en Milán fue aprender lo que la mayoría del pueblo hacía: raspar hoja de coca, actividad que le dejó las marcas que aún lleva en sus gruesos dedos.

Luego, la ambición lo llevó a dar un paso más en el negocio del narcotráfico: consiguió una motosierra y se dedicó a cortar madera para construir laboratorios de procesamiento en la vereda Malvinas. Más tarde, le propusieron "tumbar dos hectáreas" para montar un cultivo y su propio laboratorio. Aprendió rápido, desde cómo crece la mata de coca hasta cómo alguien se hace adicto a la cocaína.

"Eso no es difícil. Se le echa cementico, se pica con una guadaña y se pisa; eso se llama macerar. Luego se echa la gasolina y después se empaca", resume Sepúlveda, quien asegura que sigue trabajando para enderezar sus malos pasos.

Para esa época, a finales de los 90, los cultivos superaban las 20.000 hectáreas en Caquetá (hoy no sobrepasan las 3.000). En ese momento, este hombre consideraba que su vida estaba pasando por un buen momento. Dúber estaba junto a él -alcanzó a aprender a raspar- y cada tres meses se echaba al bolsillo hasta cinco millones de pesos vendiendo base de cocaína.

El negocio se puso tan bueno que las Farc se apoderaron de él e impusieron las reglas. "A medida que fue aumentando (la venta), se vinieron las marchas campesinas (1996), y desde entonces la guerrilla cogió ese camino. Las compras ya no las hacía la gente común y corriente (narcotraficantes), sino que eran ellos los compradores, los que fijaban el precio", dice el erradicador, cuya apariencia sigue siendo joven y...

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