Reescribir a Roald Dahl: - 12 de Marzo de 2023 - El Tiempo - Noticias - VLEX 924631114

Reescribir a Roald Dahl:

indignados

y ofendidosEn una entrevista para The Paris Review, la periodista Leslie Willson le preguntó a Heinrich Böll, Premio Nobel de Literatura, qué quiso decir en Estocolmo cuando en su discurso afirmó que "el lenguaje y el poder de la imaginación eran la misma cosa". Esta fue su respuesta: "Que detrás de cada palabra se oculta un mundo que debe ser imaginado. En realidad, cada palabra tiene una enorme carga de recuerdos, no solamente de una persona, sino de toda la humanidad. Por ejemplo, la palabra pan, o guerra, o la palabra silla o cama o cielo. Detrás de cada palabra hay todo un mundo. Temo que la mayoría de la gente utiliza las palabras como algo posible de ser malgastado y no percibe la carga que subyace en cada una". El novelista alemán estaba señalando algo que, a pesar de parecer una obviedad, constituye la esencia misma del oficio del escritor: que su gran reto consiste en buscar que el lenguaje exprese de la manera más honda las ideas y los sentimientos que quiere transmitir; y que, para lograrlo, cada palabra que pone sobre el papel debe ser el resultado de una búsqueda absolutamente consciente de lo que los franceses llaman le mot juste, la palabra precisa. Y no sólo las palabras. También los signos ortográficos. Para un poeta, una coma, un paréntesis, un signo de interrogación, son elementos que configuran sentido, y por los que puede dar duras batallas. Recuerdo que hace ya muchos años, cuando trabajaba en la sección de publicaciones de Colcultura, esas batallas las tuve que dar yo misma cuando un corrector de pruebas, con mucha experiencia pero muy obcecado, pretendía puntuar poemas de poetas colombianos que habían eliminado la puntuación de sus textos. Un irrespeto. Esa ley sagrada, la de no cambiarle algo a un texto sin antes consultar con su autor, es transgredida de vez en cuando, generalmente en aras de la moral. Uno de los casos más conocidos le ocurrió a García Márquez. En 1963, en México, el escritor colombiano explicó así en una nota previa las razones por las cuales rechazaba la primera edición de su novela La mala hora, que había sido publicada en Madrid: "La primera vez que se publicó La mala hora, en 1962, un corrector de pruebas se permitió cambiar ciertos términos y almidonar el estilo, en nombre de la pureza del lenguaje. En esta ocasión, a su vez el autor se ha permitido restituir las incorrecciones idiomáticas y las barbaridades estilísticas, en nombre de su soberana y arbitraria voluntad. Esta es, pues, la primera edición de La mala hora". Muchos más frecuentes son los casos en que por razones ideológicas los escritores son víctimas de los tiranos de turno, con consecuencias tan graves como prohibir sus libros y llevarlos a sus autores a la cárcel o al destierro. La lista es larga, y en el mundo moderno incluye desde rusos como Mandelstam y Solzhenitzyn hasta argentinos como Griselda Gambaro, Manuel Puig y María Elena Walsh. Ahora el turno de la censura disfrazada de buenas intenciones le ha tocado, increíblemente, a Roald Dahl, el novelista, cuentista y poeta que se hizo célebre mundialmente por libros para niños tan famosos como Las brujas, Charlie y la fábrica de chocolate, o Matilda. Para los que aún no lo sepan: el sello Puffin Books, de la editorial Penguin Random House, con la colaboración de la empresa Inclusive Minds, decidió hacer cambios en los libros de Dahl allí donde consideran que el lenguaje puede ser ofensivo para lectores sensibles. Las sugerencias son hechas por los que la empresa llama "embajadores de la inclusión", jóvenes que han tenido experiencias negativas de discriminación o que han sido humillados en razón de su raza, su físico, su inclinación sexual, y que por tanto...

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