Reflexiones - Décima primera parte - Abogados de esto y de aquello de la abogacía, la literatura y el derecho - Libros y Revistas - VLEX 940463905

Reflexiones

Páginas601-836
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LAJUSTICIA, SUSDIFERENTES FORMAS
Y LA EDUCACIÓN DE LA VOLUNTAD
Por R. GARRIOU–LAGRNGE, OP
Beati qui esuriunt et sitiunt justitiam.
Entre las cuatro virt udes cardinales, hay una, la ju sticia, que
no siempre ponderan como es debido las personas se entregan
a la vida de piedad. Fíjanse mucho en las diversas formas de
templanza y en la pr udencia que han de obse rvar en las diversas
situaciones de la vida; con respecto al prójimo, esfuérzanse en
practicar la caridad, mas echan en olvido, a veces, ciertos deberes
de justicia y pasan por alto los derechos de los demás. Por ejempl o,
aquellos que persiguieron a S. Juan de la Cruz, decíanse hombres
de oración y de mucha austeridad, per o fueron extremadamente
injustos con el reformador del Carmelo.
Si practicásemos mejor la justicia en sus diversas formas,
adelantaríamos mucho en la formación de la propia voluntad.
La justicia, en efecto, es muy a propósito para sanar a esta facultad
de su egoísmo y amor propio158, del mismo modo que la
prudencia preserva de la inconsideración a la inteligencia, y la
fortaleza y templanza libera n la sensibilidad del temor y deseos
desordenados159.
Hay almas que, a la vez que muy inclinadas a la irritación,
son tan pusilámines, que dan la impresión de haber perdido
totalmente la voluntad; diríase que tal facultad ha desaparecido
en ellas y solo han quedado el egoísmo y el amor propio. La
razón está en que una voluntad privada de las virtudes adquiridas
158 S. Tomás, I II, q. 56, a. 6, c. y ad 3.
159 Ibid., a. 4.
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e infusas que deberían poseer, queda considerablemente em
pequeñecida. Al contrario, la voluntad rica en tales virtudes tiene
alientos y talla de gigante.
En toda voluntad deberían morar las cuatro formas de
justicia de que vamos a tratar, y sobre ellas las virtudes de religión,
esperanza y caridad. Por aquí se consigue la formación o
educación cristiana de la voluntad y del carácter. Debe este ser el
reflejo auténtico de la razón esclarecida por la fe, y de la energía
moral, reflejo impreso sobre el temperamento físico, nervioso,
bilioso, linfático o sanguíneo; sobre el temperamento hiper o
hipotiroideo, de tal forma que el temperamento deje de
enseñore arse del cristian o, y se comporte est e como un racional ,
y mas aún como hijo de Dios.
Así somos conducidos como por la mano a tratar, con miras
a la educación cristiana de la voluntad, de las diversas formas de
justicia, a las que corresponden varios preceptos del Decálogo,
que, después de nuestros deberes para con Dios, nos señala lo
que tenemos para con nuestro padres y para con el prójimo en
general: “no desear los bienes ajenos, no levantar falso testimonio”,
etc.160; preceptos a los cuales se puede faltar de diversas maneras,
cuando prácticamente se echa en olvido que no debemos hacer a
los demás lo que no quisiéramos para nosotros.
Muchas veces, en efecto, no se presta atención sino a las
formas inferiores de la justicia llamada conmutativa, que es la
que regula los cambios y proh íbe el robo, el fraude, la calumnia,
etc. Y no considera suficientemente la justicia distributiva161, que
preside a la repartición, por la autoridad, así de las ventajas como
de las cargas de la vida social entre los diversos miembr os de la
comunidad. Ella es la encargada de distribuir a cada uno
convenientemente, y en vista del bien común, los bienes, el
trabajo, las cargas, los impuestos, las recompensas y los castigos;
esta distribución ha de hacerse en proporción de los méritos, de
160 Deuteronomio, V, 2 0 , 2 1.
161 S. Tomás, II II, q. 61, a. 1, 2.
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las necesidades reales y de la importancia de los diversos
miembros de la sociedad. Todavía se atiende menos a otra forma
superior de la justicia, y es aquella que mira inmediatamente
por el bien común de la sociedad y hace establecer y observar
justas leyes y preceptos; llámase justicia lega l162. Por encima de
ella está todavía la equi dad, que se fija, no solamente en la letr a,
sino en el espíritu de las leyes, y no solo de las leyes civiles, sino
de todas las que regulan la conducta del cristiano163. La vida
interior debe velar por el ejercicio de estas virtudes. También
aquí la virtud adquirida de justicia está al servicio de la vida
infusa del mismo nombre, algo así como la imaginación está al
servicio de la razón164.
La justicia comunicativa y la distributiva con relación a la vida
interior
Los deberes de justicia se echan de ver con toda claridad si
se piensa en los defectos que se han de evitar, porque el pesar
que la injusticia nos cause hácenos comprender el valor de la
justicia. Mas los defectos y actos contrarios a la justicia no se
reducen únicamente al homicidio, robo, fraude, acusaciones
falsas y falsos testimonios en un juicio, lo son igualmente las
injurias del iracundo, las afrentas vituperios y reproches injustos
hechos a los inferiores, iguales o superiores; lo es también la
difamación y la maledicencia o decir mal del prójimo sin causa
justa; y asimismo las insinua ciones malévolas, los chismes, y las
burlas que rebajan la estima debida a los demás165; y finalmente
162 II II, q. 58, a. 6, 7; q. 60, a. 1, ad 4; q. 81, a. 8, ad 1.
163 II II, q. 80, a. 1, ad 3, ad 5; q. 120, a. 1 y 2, De epicheia et aequitate.
164 I II, q. 100, a. 12: “Justitia, sicut alia e virtudes, potest accipi, et acquisita et
infusa, ut ex supra dictis patet (q. 63, a. 4); acquisita causatur ex operibus, sed
infusa causatur ab ipso Deo per ejus gratiam”. La justicia adquirida y sus
diferentas especies que acabamos de citar fueron admirablemente definidas
por Aristóteles, quien llegó hasta determinar, a propósito del justo medio, la
diferencia entre el médium rationis y el médium rei, el cual es según igualdad en
la justicia comunicativa, y según proporcionalidad en la distributiva (Cf.
Ethicam, 1. V, c. III, y S. Tomás, II II, q. 61, a. 2). Mas, claro está, no habló
Aristóteles de la justicia infusa, que esta iluminada por la luz sobrenatural de la
fe y de la prudencia infusa.
165 II II, q. 7375: De detractione, de sussurratione, de derisione.

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