Reportaje multimedia - 9 de Noviembre de 2022 - El Tiempo - Noticias - VLEX 914016259

Reportaje multimedia

Roseli Finscué Chavaco tiene sangre de nasa y de misak. A los 7 años, en su resguardo natal en las montañas del Cauca, empezó para ella la pesadilla del abuso sexual. Pero lo que le tocó vivir siendo muy niña y la fuerza que siempre le inculcó su padre para que estudiara y "ayudara a defender la identidad y el territorio" fueron la argamasa sobre la que se levantó esta líder, que hoy lucha desde el norte del Cauca por los derechos de las mujeres de esos dos pueblos indígenas. Ella es una defensora de derechos humanos y territorios del resguardo La Gaitana, en Inzá, donde más de la mitad de los 3.100 habitantes son mujeres. Usa sombrero de paja, blusa bordada de colores y aretes largos, artesanales. Con voz suave y pausada les habla a estudiantes de séptimo a noveno grado, de 12 a 16 años, que asisten a un taller de restablecimiento de derechos reproductivos y prevención de violencias sexuales. Entre los asistentes hay una niña de 13 años que está embarazada. Su mensaje sería impensable hasta hace unos pocos años en esas frías zonas de montaña del suroccidente de Colombia donde se han vivido tantas violencias históricas, desde la de la Conquista hasta las del conflicto armado y del narcotráfico, y donde a fuerza de empeño, las mujeres han logrado escalar hasta posiciones de autoridad que antes solo estaban permitidas a los hombres. Y lo que les dice Roseli a las jóvenes es que nadie tiene derecho a violentarlas de ninguna manera y que hay que atreverse a denunciar. "Muchos casos de abusos y violaciones no se reconocen. Ni las mismas víctimas los reconocemos. No confiamos ni en la justicia indígena ni en la ordinaria, porque no nos han atendido, porque no se ha sancionado justamente o porque las sanciones se han aplazado. Eso hace que no se denuncie. Decidimos no hacerlo porque nos genera vergüenza, una no está preparada para enfrentarse a tanto comentario", cuestiona. Y claro que sabe de esa tragedia. La tragedia de no poder defenderse del depredador. Y la de callarse, en su caso, por más de tres décadas, todo el dolor, la rabia y la exigencia nunca cumplida de justicia. Pero ahora, asegura, sabe que no tiene que avergonzarse por los delitos cometidos por su agresor. Y su voz y su ejemplo están llegando por igual a las mujeres, las niñas, y a los hombres nasa y misak. Pero no es fácil. Aunque las mujeres indígenas del Cauca pueden ser, de lejos, las que tienen una organización social más fuerte entre todos los pueblos de Colombia -lo que les...

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