Reportera de guerra en su propio país - 6 de Junio de 2016 - El Tiempo - Noticias - VLEX 641682945

Reportera de guerra en su propio país

María Angélica Correa * Especial para EL TIEMPO Nunca llegué a imaginar que me sentiría como una corresponsal de guerra en mi país. Es la guerra que pasa frente a tus ojos, aunque no escuches bombas, no veas humo, ni edificaciones destruidas, ni cadáveres en la calle, ni oyes gritos. La diferencia de esta guerra es que el grito de los venezolanos no lo escuchas, lo ves en las filas, interminables filas para buscar algún alimento, y al final regresar con las manos vacías. Ese grito silencioso lo oyes en mujeres que dan a luz en medio de una de esas filas, porque no quieren dejar su puesto; o cuando te encuentras buscando en tu nevera casi vacía para saciar el hambre de quien un día te toca a tu puerta y te comenta con angustia: “¡Hoy me fui a un mercado bolivariano a las cuatro de la mañana y no encontré nada! ¡Fui a otros cinco mercados y regresé a mi casa con mi carterita y mis manos vacías!”. O cuando mujeres te responden con el llanto que no pueden contener, ¡que tienen hambre! ¡Que hay hambre! Que hace tiempo no compran arroz, leche, aceite, huevos… ¡Que no solo es que no se consigan alimentos, es que cuando los llegan a conseguir no los pueden comprar! ¡Porque no les alcanza para pagarlos! Este desespero y esta impotencia están generando linchamientos y saqueos por comida. La desaparición de los alimentos se agrava con la ausencia total de medicinas, de equipos médicos, de insumos que van generando muerte día a día, y que queda bajo el manto del silencio. Justo estas líneas las escribo en el silencio de esos gritos que están allí, en cada habitante de mi país. Un silencio que casi mata de impotencia. Porque en los hogares venezolanos hay seres que mueren por una gripe que se convirtió en pulmonía porque ¡no hay antibióticos! Niños que por una diarrea o amebiasis, no pudieron ser salvados porque no hay en los hospitales suero fisiológico. Porque hay diabéticos, hipertensos o enfermos con cáncer que están esperando la muerte porque no encuentran sus medicamentos. Porque hay niños con cáncer que enseñan cartelitos escritos por sus manitas para decir con una sonrisa: ¡no quiero morir! Porque la red se inunda de súplicas por un medicamento. Porque hay enfermos durmiendo en el piso de un hospital o sobre improvisadas camillas sostenidas sobre tubos. Personas gritando del dolor, porque no hay analgésicos para calmarlos. Y dentro de este dantesco drama, hay personas que mueren lentamente ante la impotencia de sus familiares porque no pudieron...

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