20 años de la revolución ciudadana. Una revolución en derecho y al derecho. De vasallos a ciudadanos - La Séptima Papeleta. Historia contada por algunos de sus protagonistas - Libros y Revistas - VLEX 341691678

20 años de la revolución ciudadana. Una revolución en derecho y al derecho. De vasallos a ciudadanos

AutorÓscar Ortiz González
Páginas97-103
97
20 años de la revolución ciudadana
Una revolución en derecho y al derecho.
De vasallos a ciudadanos
Óscar Ortiz González
En medio de las bombas del narcoterrorismo, de las ametralladoras de los
violentos extremistas que invocaban la injusticia social o la inseguridad para so-
meternos a sus designios, de la corrupción de una predominante maquinaria
política clientelista, de la apatía y de la falta de imaginación para proponer
soluciones por parte de organizaciones de la sociedad, veinticinco mil estu-
diantes decidimos anunciar el 25 de agosto de 1989 en el Cementerio Central
que no nos volveríamos a quedar callados.
Eso juró nuestra generación en la “Marcha del Silencio”, rodeados por
una algarabía adolorida y pesimista, ocho días después del magnicidio de Luis Carlos
Galán. La detestable realidad nos arrojaba a la cara el asesinato de campesinos,
sindicalistas, soldados, jueces, periodistas, alcaldes, líderes, y la extinción de
toda señal de esperanza. Sin embargo, decidimos cumplir con la obligación ética
de pensar y actuar por lo colectivo para siempre, así como asumir y ejercer
nuestro poder ciudadano en el corto plazo.
En mesas de trabajo diarias en la Universidad del Rosario –con el respaldo
del rector Roberto Arias Pérez, de la decana Marcela Monroy y del vicede-
cano Camilo Ospina–, sin prisa y sin pausa, sin esperar que hubiera quórum,
durante dos meses construimos colectivamente un diagnóstico y una propuesta.
El problema, en nuestro criterio, era una crisis de legitimidad provocada
por el divorcio entre la realidad y la institucionalidad, generado por la exclusión
y por la imposición que caracterizaron las constituciones del siglo XIX, expedidas
después de victorias militares o políticas.
Ese divorcio inicial fue agravado por las mayorías parlamentarias que
escasamente representaban sus propios intereses, monopolizaban la política
para los partidos y mantenían a los ciudadanos en calidad de vasallos, que en
lugar de gozar de derechos rogaban favores y, muchas veces, se automargina-
ban de lo público al conceder a los políticos mediocres un poder que ni tenían,
ni merecían.
En esas circunstancias el desafío era, ni más ni menos, toda una ba-
talla por la legitimidad a la que todos deberían estar invitados para que nadie
se quedara por fuera. Por lo tanto, la solución consistía en la creación de un

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