Comprobamos el robo flagrante de nuestro patrimonio - 28 de Mayo de 2014 - El Tiempo - Noticias - VLEX 512956710

Comprobamos el robo flagrante de nuestro patrimonio

Catalina Oquendo B. Cultura y Entretenimiento Bastó una pregunta: “¿Usted sabe por acá dónde podemos comprar esculturas originales?”. Íbamos en dos mototaxis, por las calles de San Agustín (Huila), una mañana de abril. Fotógrafo y periodista queríamos comprobar si el tráfico de piezas arqueológicas en un lugar que es Patrimonio de la Humanidad era tan sencillo como se decía. La respuesta no se hizo esperar. “Claro, un amigo tiene una en su casa; y la podemos negociar”, dijo el muchacho delgado y trigueño, que puso cara de haberse encontrado una buena posibilidad de venta. “Si quiere, voy por ella en la moto y ya se la traigo”, agregó, después de dejarnos en un almacén del municipio. Esperamos. Ese es el primer paso que se da para detonar el tráfico ilegal de patrimonio arqueológico, que entre el 2001 y el 2010 hizo desaparecer unos 7.812 bienes precolombinos del país. Una cadena que comienza cuando el guaquero, generalmente campesino, extrae los objetos del suelo y los vende a personas como el mototaxista que quiere revendernos la pieza. El mundo del guaqueo “Es que aquí donde uno abre hueco, encuentra”, explica más tarde otro guaquero, que dio entrevista y pidió no exponer su nombre porque sabe que se trata de un oficio ilegal. “Aquí la gente todavía asocia la existencia de guacas con las estrellas; dicen que acá cayó un cometa. Entonces uno va donde esa persona y le dice: ‘¿A usted no le gustaría de pronto saber si está enguacado?’. Y dicen sí, pero se están imaginando es plata, no les importan ni las ollas o los cinceles”, explica el hombre de 28 años, que es profesional. No hay certeza de cuánto gana un guaquero por una pieza, pero expertos de la Unesco señalan en el documento ‘No robes el pasado’que “la ganancia que puede obtener es mínima, individual y efímera” y que el dinero se lo llevan los que están al final de la cadena. Sin embargo, en San Agustín sí conocen de precios. Uno de los guaqueros entrevistados cuenta que una pieza llamada calambuco puede venderse hasta en 1’200.000 pesos; las urnas funerarias, de acuerdo con sus grabados y decoración, las ofrecen desde 350.000 pesos; y hay diferentes valores para los utensilios de piedra y las ollas que pida el turista o el traficante. “Cuando hay una persona en el campo que tiene una piedra de moler y va el turista y le da 50.000 pesos, pues el campesino valora es el recurso económico y no el legado”, dice el guaquero. Un ‘tour’ para guaquear El negocio se extiende también a los...

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