Del solipsismo al descentramiento prodigante (2001) - En torno a la alteridad - El otro de nosotros mismos: disenso, alteridad y reconocimiento. Volumen IV - Libros y Revistas - VLEX 874370115

Del solipsismo al descentramiento prodigante (2001)

AutorCarlos B. Gutiérrez
Páginas63-94
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Del solipsismo al descentramiento
prodigante (2001)
El desbordamiento dialógico de la subjetividad
moderna en el humanismo hebreo del siglo
XX
Uno de los méritos del humanismo hebreo del siglo  es el de con-
frontar al solipsismo que le sir ve de fundamento a la losofía moderna .
Al comienzo de esta se encuentra la decisión del burgués europeo,
convertido en sujeto autónomo a raíz de la fragmentación i ndividua-
lista de la razón, de no acept ar nada que no fuese sometido a análisis
riguroso y no satisfaciese las exigencias de clar idad y distinción del
nuevo método para acrecer el conocimiento. Al reconocer valor de
experiencia solo a lo susceptible de control metód ico, la experiencia
cotidiana quedó desca licada y el mundo colorido de los sentidos fue
relegado a la imprecisión. El ascetismo matemát ico de Descartes ter-
minó así en la pérdida sistemátic a de mundo: la res exten sa se agotó
en las ideas claras y d istintas de la res cogitans. Y, puesto que la certeza
original y par adigmática se hal ló en la introspección, en la manera cla-
ra y distinta en la que el pensa miento sabe de sí mismo, para los nes
del nuevo método el ser humano de carne y hueso quedó reducido a
sujeto puro, a pura conciencia. Con la consecuencia desconcertante
de que los demás seres humanos y todo lo relacionado con ellos se
vieran condenados a las ti nieblas de la incognoscibilidad por carecer
de la certeza que solo de sí misma puede tener la propia conciencia.
Desde el connamiento autist a de su inconcluso fundamento in-
trospectivo, la losof ía moderna no tuvo otra alternativa epistemoló-
gica que explicar a los otros en t érminos de articiosas proyecciones
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CARLOS B. GUTIÉRREZ · OBRAS REUNIDAS
de sentido que el yo hace a partir de su m ismidad, apoyándose para
ello en datos sensoriales que sugieren objetos similares a su pro-
pio cuerpo, los cuales se comportan “como si” estuviera n también
de alguna manera relacionados con una interioridad. Desde los
autómatas con capas y sombreros que Descartes v islumbra a través de
la ventana de la “Segund a meditación” hasta los muchos y voluminosos
estudios que Husserl le dedicó a lo que dio en l lamar “fenomenología
de la intersubjetividad ”, el engendro del alter ego lleva una ex istencia
fantasmagórica a la que solo se accede en e mpatía, supuesto puente de
anidad afec tiva hacia lo epistemológicamente inaccesible. A la hora
de la verdad los otros no son más que doublettes, ¡duplicados ima gi-
narios de uno mismo!
Mucha agua ha corrido, sin embargo, bajo esos puentes. Así, en
tanto que el sujeto, encerrado en la jaula de la propia conciencia, se
esforzaba por reencontrar al mundo que se le perd ió en la moderni-
dad, asumiendo por diferentes caminos que el entendimiento sea el
espejo de la naturalez a y que el conocimiento consista en la representa-
ción de las cosas, la losof ía a partir del siglo  emprende la crítica d e
la epistemología y de la metafísic a clásicas hasta llegar a la destrucción
de la subjetividad como fund amento último del saber humano. Hegel
y Marx mostraron pri mero que el sujeto cartesiano no constituye una
unidad transpa rente a sí misma que pueda pretender autonomía abso-
luta, en tanto no se haga claridad en tor no a los orígenes históricos y
a las condiciones sociales de las ide as claras y distintas que ese sujeto
contempla en su conciencia. Freud reforzó a su vez el cuestionamiento
de la auto-transparencia del yo; domina do como está por necesidades y
pulsiones que determinan, de sde lo subconsciente, tanto lo que sean las
ideas claras y dist intas como la capacidad subjetiva de sistemati zarlas.
Ya en el siglo  Heidegger propone la primera alternativa a la yoi-
dad cartesia na como instancia puntual que se f undamenta en reexión
a sí misma, al concebir al s er del ser humano como un ahí, como un
ámbito compartido de fami liaridad y orientación en comprensión
actuante dentro del acaecer d e ser; Gadamer, por su parte, acentúa la
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EN TORNO A LA ALTERIDAD
situacionalidad de la ex istencia humana en medio de la efectiv idad de
la historia como horizonte móvil de per tenencias y de solidaridades.
Al concebir la historia de la  losofía como la historia del olvido de la
pregunta por el ser, Heidegger captó además que el estrecham iento
del sentido de ser a presencia y a presentidad que se da a través de es a
historia termina reduciendo la r iqueza de lo que es a lo que resulte ser
disponible para el sujeto, posibilit ando así la prepotencia dominado-
ra de este. En un planteam iento convergente, Adorno y Horkheimer
sostienen que el concepto, es decir, la unidad del pensa r que impone
homogeneidad e identidad a la heterogeneidad de lo material, lleva
por necesidad al triun fo de una racionalidad que solo conoce lo que
domina. Una tercera línea crít ica que inician Ferdinand de Saussure
y Charles Peirce, nalmente, se radicaliza en el sig lo  con Frege y
Wittgenstein, para quienes resu lta imposible comprender lo que sean
en sí sentido, signicado y lenguaje, en tanto se siga considerando a
los signos lenguájicos como expresiones privadas; de a hí que ellos
partan más bien del c arácter público y social del lenguaje. S e inicia de
esta manera el así lla mado “giro lingüístico”, expresión con la que se
nombra al desplazamiento temát ico de la conciencia al lenguaje que
se da en la losofía ana lítica, en la losofía hermenéutic a y en el post-
estructu ralismo: en lugar del sujeto y de sus contenidos privados pasa n
ahora al centro de la reexión  losóca las activid ades públicas sig-
nicantes de gr upos de hablantes. El titular del sig no no puede seguir
siendo el yo aislado una vez que se sabe que no hay lenguajes priv ados.
Se trata ahora más bien de comunidades cuyas identidades varía n,
según Gadamer, con el alcance de sus horizontes interpretativos, o
con los grupos sociales de u suarios de lenguajes, segú n Wittgenstein.
Ante una crítica ta n masiva y plural, ante semejante “colectiviza-
ción del sujeto” era de esperar que el ominoso problema de la inter-
subjetividad y del solipsismo que le servía de f undamento salieran del
escenario losóco; v ivimos al n de cuentas en l a era de la intercomu-
nicación, en la que se presume que los medios todopoderosos haya n
abolido por n las dista ncias entre los seres humanos; navegamos

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