Los Tejada Gálvez, una familia de tres trasplantes - 12 de Diciembre de 2014 - El Tiempo - Noticias - VLEX 548422994

Los Tejada Gálvez, una familia de tres trasplantes

Cuando uno se encuentra en alguna reunión de amigos con Guillermo León Tejada y su esposa, Isabel Cristina Gálvez, no se alcanza a imaginar el tamaño de la tragedia que cargan sobre los hombros, y menos aún cuando él saca la guitarra y empieza a cantar boleros acompañado por su mujer. Leo, releo y vuelvo a leer las cartas que me he cruzado con ellos y no puedo creerlo. Reviso por centésima vez los apuntes que he ido tomando a lo largo del tiempo. Tampoco me caben en la cabeza. Por eso resolví escribir esta historia, que empezó hace ya casi treinta años, en 1985, cuando Juan Guillermo, el hijo mayor, apenas estaba comenzando a crecer. La familia fue a pasar un puente festivo en las afueras de Bogotá. En ese momento, su padre notó que el niño tenía el abdomen abultado. Lo llevó al pediatra, pero le dijeron que no era nada serio. Dos años después tuvieron que viajar corriendo a Houston, en los Estados Unidos, porque en Cali descubrieron que el niño sufría una enfermedad cardíaca que le endurecía el corazón y le estaba haciendo crecer los tejidos. Retenía los líquidos que tomaba y se le hinchaban los tobillos. Aunque Houston ya era la meca mundial de los trasplantes, no se atrevieron a operarlo porque las posibilidades de supervivencia eran apenas del cincuenta por ciento. Juan Guillermo murió en el 89. Tenía 13 años. Fue tan valiente en la adversidad que el Colegio Bolívar, donde estudiaba en la capital del Valle, comenzó a entregar a sus alumnos un premio anual que lleva su nombre. La triple tragedia Los Tejada Gálvez, agobiados por el dolor, lograron reponerse para seguir luchando por sus dos hijas menores, Catalina y Carolina, unas gemelas que en aquel momento tenían 11 años. Pero entonces una tragedia griega les cayó encima: tres meses antes de la muerte del niño, los médicos detectaron que las niñas también padecían los mismos síntomas. –En ese momento descubrí que el alma duele –me dice Isabel Cristina–. Pero también encontré la bondad de Dios a través de las monjas carmelitas de Cali. Y supe que si mi hijo había muerto era para cuidar a sus hermanas desde el cielo. Llevaron a Cata y Caro a Nueva York. Tenían poco más de 10 años. Guillermo León me cuenta que visitaron a un gran genetista, el doctor Darryl De Vivo, “para que nos dijera si se trataba de un asunto hereditario, porque, de ser así, cualquier operación resultaría inoficiosa”. Mientras esperaban el resultado de los exámenes de padres e hijas, que en aquellos tiempos eran muy...

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