Teoría del desarrollo y su incidencia en las ciudades - Ciudad y desarrollo sostenible - Libros y Revistas - VLEX 950661421

Teoría del desarrollo y su incidencia en las ciudades

AutorCarlos Javier Velásquez Muñoz
Cargo del AutorDoctor en Derecho, Universidad de Salamanca (España)
Páginas63-101
Teoría del
desarrollo y su
incidencia en
las ciudades
2
1. Qué es y para qué sirve el desarrollo:
evolución y significado
Desde mediados del siglo pasado, el desarrollo y su opuesto, el
subdesarrollo, han acaparado la atención de los más importantes
foros internacionales. Ambos son objeto de una intensa actividad
académica, preocupación esencial de gobiernos alrededor del mundo
y fórmula sacrosanta, cliché y mágica de todo tipo de campañas,
incluso de aquellas con las cuales sus postulados chocan de forma
frontal. Es habitual escuchar a personas del común referirse a países
desarrollados o en vía de desarrollo, nivel de desarrollo,
condiciones para al desarrollo sin saber realmente lo que significan.
Sin duda, las referencias al desarrollo son problemáticas y en la
mayoría de los casos utilitaristas, se le identifica con una variedad
de acepciones, no siempre científicas y específicas, sino vulgares o
comunes, e incluso genéricas.
A continuación veremos los aspectos generales más
importantes de la denominada Teoría del desarrollo. Iniciaremos
realizando un breve recorrido por su evolución histórica, para luego
reparar en su definición y tipos. Al final, como se anticipó, nos
interesa analizar la ciudad como escenario ideal para alcanzar el
desarrollo, específicamente, el tipo de desarrollo sostenible.
Aún hoy no existe claridad en torno a cuándo se comenzó a
hablar de “desarrollo”. Este concepto es posiblemente muy antiguo,
pues hay referencias que indican que comenzó a cristalizarse en el
mundo clásico, a través de griegos y romanos.
Según los griegos y los romanos, en la noción de desarrollo
confluyen dos ideas básicas: el progressus y la explicatio, que en su
conjunto configuraban la accumulatio. Por progressus se entendía el
avance hacia delante, la visión longitudinal o el avance de algo en
relación con su punto de partida; lo que con el tiempo se convertiría
en progressus (progreso). Por su parte, por explicatio se entendía el
proceso de despliegue de lo que antes estaba plegado, el abrirse algo
que estaba previamente cerrado, la visión transversal y
multidireccional; lo cual con el tiempo sería el denominado
“desenvolvimiento”, tal como lo conocemos en la actualidad. Por
último, la noción de accumulatio era entendida como abundancia,
horizonte vital de la Grecia Clásica, pues constituía la base de las
precondiciones para poder optar por una vida virtuosa, orientada a la
filosofía y a las ciencias naturales (Calderón, 2008).
En virtud de lo anterior es dable afirmar que la noción actual de
“desa rro llo” recoge en gran medida todas aquellas contribuciones
clásicas que en el proceso de síntesis histórica se han amalgamado,
identificándose finalmente con la idea, marcadamente occidental, de
progreso, haciendo referencia a que la humanidad avanza desde el
pasado, desde una situación de primitivismo, continúa avanzando en
el presente y continuará a haciéndolo en el futuro (Calderón, 2008).
Además de las teorías anteriores, hay corrientes que identifican
el surgimiento del desarrollo: la primera apunta a señalar que este
fue la versión moderna del colonialismo, y otras dos que señalan
que corresponde a una invención posterior a las guerras mundiales,
o por lo menos fue en esa época cuando se comenzó a llamar
así[30]. Antes de ello, otra serie de planteamientos equivalentes,
principalmente de tipo económico y social, fueron esbozados sin
aludir explícitamente a tal denominación[31].
Según Rist (2002), la colonización, la finalización de la
Primera Guerra Mundial y la posterior creación de la Sociedad de
Naciones —SDN— y tiempo después la Segunda Guerra Mundial y
los procesos surgidos después de su terminación son los
antecedentes indiscutibles de la Era del Desarrollo.
El ejemplo típico de Estado colonizador fue Francia; este
adquirió posesiones coloniales desde comienzos del siglo XVII hasta
mediados del siglo pasado, y entre los siglos XIX y XX su imperio
colonial era el segundo más extenso del mundo, detrás de Gran
Bretaña. Entre 1910 y 1939, el área total de tierra bajo soberanía
francesa alcanzaba trece millones de km², lo cual equivalía al 8.6%
del área terrestre del mundo.
Ordinariamente se piensa que este tipo de expansiones fueron
consecuencia de ideas originadas en mentes inescrupulosas, lo cual
fue cierto en algunos casos, pero en su mayoría provinieron de una
idea no solo diseñada de forma metódica sino respaldada
masivamente por las elites sociales. Así, para el caso francés, la
colonización estaba más que justificada desde todas las vertientes.
El laureado escritor Víctor Hugo al ser invitado a un banquete
conmemorativo sobre la abolición de la esclavitud manifestó:
La suerte de los hombres se decide en el sur […] Ha llegado el momento
de hacer ver a Europa que tiene, a su lado, a África […] En el siglo XIX,
el blanco ha hecho del negro un hombre; en el siglo XX Europa hará de
África un mundo. Crear una África nueva, hacer a la vieja África
moldeable a la civilización, ese es el problema y Europa lo resolverá.
¡En marcha los pueblos!, ¡apoderaos de esa tierra!, ¡cogedla! ¿A quién?,
a nadie. Coged esta tierra a Dios, Dios entrega la tierra a los hombres.
Dios ofrece África a Europa.

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